Historias de guerras inventadas - Cap. uno - La ansiedad
Guerra civil española - Robert Capa
Fue
automática la explosión.
Fue
un desgaro de furia, ira interna de tiempos de mierda.
Seis
muertos los primeros, calor y mucho miedo. De cagarse. Miedo del que
te orinas y ni sentís el olor, no sentís más que frío por la
pierna. Agua bajando mientras lagrimeas el aroma a muerte que hay a
su paso. Un chillido, sórdido personaje macabro que sostiene tu
cabeza mientras golpea fuerte varias veces. El mismísimo diablo en
persona quema la nariz. Es azufre fulminando químicamente tus
gustos. Nada sabe así, nada huele así. Es inmediato.
Entre
la explosión, la luz, el ruido y el golpe de aire hay tiempos
evolutivos importantes. Tus manos adquieren la velocidad de llegar a
cubrir el rostros, sea plenamente o parcial, esperando que el ojo
frene el tiempo y el oído la realidad absoluta. Caer en bolita, a
pesar del impacto, sin esperar, piel que se desgarra suelta de ropa
con la vibración expansiva.
Duele
con la primera caída, la cabeza late, late de afuera hacia adentro y
de adentro solo responde el silbido nefasto. Es el sonido de la
realidad general, pero hay una nota que suena en el cerebro. Esa
escala se perdió de tu oído. Ya no la podrá escuchar más por el
resto del tiempo que le lleva a otra bomba que caiga tan cerca.
El
rebote del sonido en plena cuadra rompió vidrios.
Lastimó
a sus seis metros de diámetro teñidos de rojo, negro, gris, blanco.
Hay hueco. Hay cuerpos.
Pueden
ser diez.
Mínimo.
Están
llorando. Hay algunos llorando desde lejos. Sirenas. Muchas sirenas.
Lamentos.
Me
caí. Me volví a caer. Estoy llorando. Mi cuerpo quiere responder.
Estoy vivo. Estoy queriendo salir, no quiero morir, estoy ansioso por
vivir.
Fue
un golpe de Estado. Planeado en tres países. En plena decadencia
imperialista monárquica. Era el fin de los reyes antiguos. Un
ensayo. Un burdo ensayo de mundo.
Aceptado,
como que de vez en cuando se acepta que hay que azotar con la mano
derecha fuertemente, en ciertas ocasiones. La mano izquierda se quiso
soltar. Así lo pedía una inmensa mayoría que no tiene justamente
eso, derecho de pedir nada.
Se
dice que el Rey eligió cuidadosamente quien sería el que pondría
un orden, una moral, una creencia, un todo para sostener la monarquía
y esa modernidad de Estado parlamentario.
Nadie,
decían. Hubo algunos, pero fueron detenidos.
Le
presentaron un simio. Un verdadero salto evolutivo que profería la
dicotomía que el mismísimo siglo XX engendró de sus hojas. Franco
Francisco. Un Católico Militante, miembro de la elite del Círculo
Militar, que muchos no querían pero que adquirió la visión para
ver el poder donde otros lo pierden.
Asumió
y sofocó a la segunda República.
Hundió
a sus oponentes en sangre.
Poetas,
músicos, artistas que brotaban en los campos obreros, las fábricas
y las minas de manos pobres fueron degollados. Fusilados. Hasta con
dos tiros por el culo, por ser maricón, dijo el que asesinó a un
poeta, un malvado, fausto poeta.
El
golpe de Franco es avalado desde las grandes potencias.
Alemania
e Italia bombardea Guernica y Luno y asesina a su pueblo.
Es
alegría.
Ansiedad.
La
guerra se avecina.“Los moros cortarán la cabeza a los comunistas y violarán a sus mujeres. Los canallas que aún pretendan resistir serán abatidos como perros”
La ansiedad hace que uno no sangres inmediatamente.
También hace que no tengas miedo.
También te da felicidad.
También te sorprende.
También te mata.
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