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Mostrando las entradas de diciembre, 2011

Año nuevo, hombre nuevo

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¡Corre, corre! Que la guagua ya se va. Allí corre Carlos, el pequeño. Corre rápido tras la guagua que se va y lo deja y todos gritan agitando banderas. Yo soy un hombre sincero, Carlos corre y corre porque la guagua ya sale, la guagua se va y lo deja y no quiere y reniega porque no llega, más rápido que el viento, más rápido corren sus pies, descalzos por el suelo. Raídos trapos lo cubren, contento con su sombrero que lo tapa del sol áspero de invierno y del calor de cañas del verano caribeño. De dónde crece la palma. Carlos, nacido con el maltrato, corre por el pueblo para alcanzar la alegría. Su padre lloraba en la radio de la cuadra que tocaba una voz de victoria danzante. Y antes de morirme quiero Sánchez, el patrón, huyó antes de anoche como un cobarde. Dejó el campo con el cañaveral en llamas y su casa vacía. Insultaba a Carlos, por ser pequeño y por tener más futuro en su vida, que él y su dinero. Echar mis versos del alma. La guagua parte

Cae

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Incesante goteo de ideas en vano. Una gota, cae, suelta su fuerza sobre el piso, cae, explora su energía contenida, cae, y no desaparece, cae. Una más, cae, siente libre su pelo al viento, cae, descubre su espalda, cae, desnuda al sol, cae y no presenta peligro alguno, cae. Una pretende, cae, abrir los brazos al viento, cae, y sus lágrimas son más gotas, cae, libres al azar, caen. Su cuerpo es un festín de aplausos en sincronías que suben y bajan temblando cada poro y permitiendo que los músculos contraigan y relajen desde su más pequeñas fibras. Es placer. Cae por su propio peso la noche, cae como gota, cae como la lluvia. Una idea cae y desata una lluvia en algún lugar del cuerpo, en algún lugar del mundo. Cae.