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Mostrando las entradas de junio, 2011

Sin luz

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Tomé enojado el libro de las excusas y me dije, como para saberlo de memoria, que no se miente. La verdad es una mentira y la mentira es una fantástica verdad, pero irreal. Memoricé uno, dos, tres, cuatro días seguidos lo mismo. Cada hoja de este libro me miente. Cada hoja tiene una excusa excelente y no lo quiero cerrar, porque me faltan pocas hojas para terminar de leerlo. Memoricé hasta el apéndice, sobre excusas no hay nada escrito, pues la hoja estaba vacía y solo era el título en negritas que sobresaltaba en un papel blanco, dañino, enojado de pureza. Pasada la semana corrí a la cita, vestido de mi cuerpo, desnudo de mis iras y la vi allí, parada, en una esquina cualquiera. Me acerqué lentamente y, a pasos de llegar, frené mi andar cuando vi que ella tenía una edición nueva de mi libro preferido. Coqueteo con su sombra que no lee entretenida como su dueña. La esclava me toma los pies, según el día y la cantidad de sol sobre su dueña y me prefiere. Recorro su cuerpo negro, delg

Esa noche

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La premisa era necesaria, antecedía a una discusión sin fin y no quería zozobrar más en el fracaso que aquella noche, larga y aburrida, nos hizo titubear de lo que realmente teníamos como trabajo. Tomó las manos, las juntó en sus piernas y se calentó un rato. Nos miró mientras fumaba, callado, pensando, diciendo a sus adentros que algo no encajaba en la propuesta y que seguramente las preguntas invadirían esa habitación casi oscura, sobria y sin un puto cuadro para distraer la mente y vagar innecesariamente hacia la nada. _ ¿Cuánto hay? -Dijo, levantando al mano y abriendo la palma que bajó lentamente a la mesa, quitó unas migas de pan – Digo, en dinero ¿Cuánto hay? Nosotros no teníamos el dato, sabíamos del dinero, pero de la cantidad no, nadie dijo nada ni se diría hasta el momento de concretar. Pero Pedro era más rápido para contestar y las dudas escapaban de sus gestos. _ Mucho, no te puedo decir cuanto, pero mucho. _ ¿Una idea? -Dijo, solemne. Se tomó la barba con calma. _ M

Punto de vista

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_ Vení, te invito a caminar. Andar, trotar, correr o solamente gatear. -Me dijo y su sonrisa llenaba de luz el cuarto cuando el sol entraba por la ventana.- Dame la mano, no tengas miedo -Extendía la suya, delicada, tan furiosa como intranquila. _ Hace frío, no comí, tengo sueño, ya es tarde – Dije, mirando el techo blanco opaco por las sombras de los árboles que afuera se quejan del frío, del hambre, del sueño y de la tarde. - ¿Podemos quedarnos adentro? _ No. Para nada. No quiero que la tarde termine conmigo ni el sol se vaya ni el frío me hiele ni el sueño me duerma y no pueda despertar mañana – Mira por la ventana que los árboles florecen, el sol sale aumentando el calor, despertando a los pasajeros de las calles. - Amaneció. Recién. Acabo de ver como el sol ahuyentó la fría noche. Vení, dame la mano. - Insiste en que le de la mano, ahora con premura, como antes, pero ahora con mayor fortaleza y con un poco de tristeza. _ No, no quiero. No salgo de noche. Veo a esa gente sufrir y m