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Mostrando las entradas de noviembre, 2009

Insanía

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Y el tiempo tenebroso, tiempo al fin, sigue como si nada su curso. Y los días nublados, lluviosos al fin, siguen pasando sin curso. Como el río desbordado, sin curso, pasan las primaveras. Los veranos, intensos del mismo sudor estampado, quieren seguir de largo, pero el otoño oscurece su creación, los diluye en aguas torrentosas y deja que los inviernos los tape con oscuridad y tenue brillo de sol. Apoplejía de la consciencia perdida. No hay atrás. No hay adonde. No hay preguntas. No hay deseos. No hay cantos ni vidas sueltas por los terrenos. Nada inquieta, nada se torna morado u oscuro. Ni tornasolado. Ninguno fue, nadie se aplaca, todos se esconden y queda la nada de gobernante obsoleto de los pasos en aprieto del mismo tiempo invencible. Aparto los pies del suelo. Miro mis manos, las llevo lentamente a la boca y las soplo. Dos, tres veces más y no hay palomas. Tampoco, desde hace tiempo hay magia. El mundo pierde lentamente su agonía y lo conduce a su propia piedra basal que le ind

Se sangra

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Se sangra por la boca por el alma por los poros por los ojos por las manos. Se muere por la boca por el alma por los poros por los ojos por las manos Pero lo que no se entiende es por qué se muere lento y en agonía constante. Por qué millones mueren de hambre, porqué de frío, de soledad, sin techos, sin alguien a quien amar, sin sangre, sin sueños, sin trabajo, sin esperanza, sin gloria, sin alegría, sin canción. La boca sangra y las palabras hirientes más desagradables nos matan. El alma sangra y no encuentra cura para su enfermedad y su existencia. Los poros sangran y no hay apósito que pare semejante arrogancia de hemorragia. Los ojos sangran y no pueden ver la misma realidad que nos invita de muerte. Las manos sangran y no podemos ayudar a que todos paremos de sangrar hasta el mismo final. No me mates hoy. No me sangres. No quiero verte morir. No puedo sentir. Solo, por esas pequeñas cosas diarias, ayudaré. Mis manos no llegan, ayúdame. Y la lluvia viene, cae del cielo, es tormenta

Diferencias

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Ni el tiempo tempestades absurdas que nos envejecen. Ni el tramo distancia alejada de la misma realidad. Intuyo mi vida plagada de muertes de balas de mi propia muerte. Intuyo tu cara plagada de bronca de palabras de mi propia muerte Ni el tiempo odiosa clara consecuencia pasada Ni el tramo de aquel hola hasta este adiós. En su transparencia desconsolada arrebatamos los dados y sorteamos el momento. No hay espacio. Hoy muero de espanto y resucito mil, millones de veces, antes que despiertes. Tu cuerpo extraña mi forma. Tu cuerpo, egoísta, no se alista a mis moldes y corro desnudo para sentirme solo, al viento, solo en soledad a tono. Hijas del sol y de la luna. Hijos de la misma tierra nacen y mueren en combate con sus propios infiernos. Los mercaderes de la misma muerte intuyen el final. Ya no puedo escapar, sabelo, muero de nuevo y no dejo de llevarme a los que quiero que desaparezcan del mismo suelo. No, no seré yo sólo el que se presente en tu infierno de sangre, mar salado y tierr

Lobo

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Patear la puerta morderte el cuello y seguir Patear la puerta morderte el cuello besarte, casi no. y seguir. Patear la puerta morderte el cuello besarte, casi no. Tomar tu mano y seguir. Patear la puerta morderte el cuello besarte, casi no. Tomar tu mano y desnudarte, lento. Y Seguir. Será la actitud, ingresar, besarte tanto al punto de perder el aire y cerrar los ojos en el desmayo. Sentir latir tu cuerpo y ver que tus músculos responden al estímulo cercano del aire caliente de mi boca que baja y sube buscando el punto exacto al morir. Como un lobo respiro. Como un lobo jadeo y te busco. Mas no poder, como un lobo devoro tu cuerpo arrancándote el deseo y llevándolo en mis fauces. Como un lobo, enceguecido, te pido lamento y lloro a la misma luna que se esconde, no me quiere ver y busca raudo el sol para que despierte. Como buen lobo vuelvo de tu cueva a la mía. Duermo. Tranquilo por esta noche. Te dejo dormir Te dejo sentir que cansada por el día a día duermes más como si morir fuera

Crónica

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… terrible marea.... El barco, anclado, resiste. Terrible tormenta. El barco anclado resiste. El barco anclado se hunde. El barco, anclado, ya hundido, ya no resiste. ¿Quién dará puerto a los muertos? ¿Quién? Todos tus mares todos tu vientos todos y cada uno de tus alientos al sol del veneno y la misma muerte refrescante de invierno que congela las velas y no te deja salir. Muerto el capitán. Muerta tu gloria. Muerta tu tripulación. Muerto tu barco. Hunde el dedo en lo profundo y mueres mas de mil veces. Vale tu puerto anclado, el viento soplando, la gente muerta, las vidas ahogadas, las tormentas pasadas y la ira de Poseidón ante el ocaso de tus días plenos. Vale tus velas rasgadas y tu sol de niebla y tu marea alta. Vale pensar en aquellos días. Vale, pero es tan lejano. Vale escribir. El recuerdo invade las diferentes maneras del mismo vivir. Y, por cierto, vale vivir mucho más que las mismas velas al viento, el sol en la cara, el aliento a sal, las diferentes culturas y la tierra