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Mostrando las entradas de enero, 2011

Telar de Estrellas

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Se pinta la cara de lunas, suele hacerlo seguido, labios y ojos de estrellas, su pelo una larga cabellera de cometas y como pendientes luceros que brillan lo justo y necesario para la noche. Nunca quiso perderse la noche, contemplando una ventana, mirando hacia la oscuridad de la noche, su rostro brillaba recordando aquellas palabras que sellaron su inocente vida en aquel pueblo en dónde la luz artificial era ciencia ficción del futuro tan lejano como el pueblo más cercano, la gran ciudad. De consumir aire y agua, una noche pasó a pastillas y merca, que la cocaína solo era ese polvo rubor insolente que la mantenía sobria y fogosa. De respirar la pureza del ceibo a saborear el humo del tabaco, mezclado con la lengua, pasado de boca en boca mientras un martini secaba lágrimas entre las muelas y dejaba marcado un tono rojo lobo feroz en el borde de la copa. Con boca de pecado, gustosa de obispo que se masturbaba mientras ella y sus vecinas acompañaban a la abuela a rezar al santo padre

Sentido

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Dibujó una flor en la arena. Luego se sentó a esperar que el mismo mar y sus olas arrasen todo. Discutió con el viento, pues no soplaba lo suficiente para traer agua hacia la costa. Pensó que mejor era pedir que sople, orar o implorar. Toda la tarde y parte de la noche esperó que la marea haga su entrada triunfal y borre de una lamida a la flor. No, ni la marea ni el viento aparecieron esa noche. Si vino la luna, que casi en su totalidad se mostraba en el horizonte, sobre unas rocas alejadas al costado de la bahía. Luego, entrada la madrugada, se vieron caer algunas estrellas. La flor, que costó poco crear en la misma arena seguía esperando el beso de sal. En pequeños grupos los habitantes del lugar que deambulaban con insomnio se asomaron para ver terminada la noche. Se tocó al boca con manos húmedas, saladas y arenosas. Miró el cielo para ver caer, a retazo, las pequeñas manchas luminosas, ya no tan oscuro, ni cerrado, aún iluminado por esa luna que desaparecería con el correr del t

Te extraño

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Solía tirarse sobre el pasto verde, devenido en alfombra, con trazos suaves de violetas y alguna que otras flores de colores intensos, como las de los veranos calurosos y húmedos. Compraba risas a los que pasaban lentamente disfrutando el día. Conocía a los nadies del lugar. Los nadies no lo conocían, si bien sabían que siempre el pasto fresco era su hogar en el mundo, pero nunca supieron de su nombre, sus mañas, sus días todos. Esa tarde bajó rápido porque el mundo le pidió que baje a las corridas sobre el costado húmedo que el verano mismo presentó y se tire en zambullida al pasto fresco. Sin molestar a nadie, quedó mirando el cielo. El cielo es de todos, dijo una señora que lo vio allí echado a la nada, sobre un montón de nada verde, corta, fresca, húmeda y brillante gramilla. Contó nubes con su lengua. Esperó que cada nube desaparezca y un vacío oscuro se iluminara con pequeñas manchas blancas brillantes. Un cielo naranja se escondía con el sol. Un manto nauseabundo de noche pis

Sin deudas

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Apostó la vida. Pero perdió. Volvió a su casa pensando que una vida se perdona y que el alcohol en noches solitarias es la mejor amante. En el camino pensó en pagar al deuda, pero luego en risotadas dijo que no valía la pena, la soledad sabrá disculpar. Anoche, cuando intentaba dormir a destajo de sueños y nervios alguien golpeo la puerta. Era raro que, avanzada la misma noche, alguien llamara en su casa que se encontraba a 35 kilómetros del pueblo, sobre una ladera de la sierra. Un valle enorme que comunicaba la ruta con el otro lado abierto de la pampa. No era de él este lugar, lo cuidaba con amor de generación en generación. Se levantó y encendió la luz del patio. Los perros, que muestran amor a los suyos estaban durmiendo plácidos en el costado de la puerta. Creyó escuchar el golpe repetido y se asomó por la ventana del costado. Entre los perros, un hombre alto, con sombrero oscuro, estaba parado ante el pórtico de la casa. _¿Quién es? - Intentó preguntar pero no le salió más qu

Niño gris oscuro

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Nació gris oscuro. De pequeño, muy pequeño, en su nacimiento, asustaba a la gente. Su madre lo abandonó por temor a que sea portador de una rara enfermedad. La aldea lo expulsó y expulsó a su familia que había traído la desgracias de contraer una enfermedad que hace del niño un color gris oscuro, su madre se negó, pero él seguía gris oscuro y pegado a su piel. La gente temía su gris oscura armonía. O se es negro o blanco – Dijo Doña Palmira – Mientras juntaba un sorete que el perro de su vecina había arrojado en la puerta de su amplia casa con patio y jardín. El niño gris oscuro partió a otras comarcas, lejanas, porque las cercanas no lo aceptaban ni a él ni a su familia. Su madre intentó por enésima vez sacárselo de encima y lo entregó a un orfanato una tarde de lluvia, cuando el niño no se veía. Dios mío, pobre chico maldito – Dijo Sor María del Corazón Inseparable de la Misericordia Última de los clavos del Señor.- Mientras sacaba piojos con DDT de un cuarto de huésped que no