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Mostrando las entradas de marzo, 2011

Sonriendo de nada

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Se consumió todo lo que había en la mesa, marcado para compartir, en el caso que alguien quisiera compartir. Al finalizar cerró los ojos y su nariz aún sentía la picazón. Tomó del pico de la botella y se limpió la boca del mal gusto. Miró a los presentes, en cuerpo, y se echó hacia atrás esperando el golpe de gracia. Prende un cigarrillo. Lo fuma lento, mira a la nada, y estorba a su compañera que, sin parar, arremetía sobre su bragueta buscando una erección así podían consumar una penetración sobre el suelo del living, a la vista de todos, los presentes en cuerpo. Él intentó bajarse hasta las rodillas el pantalón, pero ella seguía intentando concentrarse en su pene, mientras lo acariciaba y le hablaba de labios pintados. Ambos terminaron en el suelo. Ella se reía y tomaba de la misma botella. Los demás solo esperaban la hora, cualquiera, pero esperaban pacientes la llegada. Ella se bajó sus bragas, se sacó al ropa interior, se acariciaba lentamente toda. Se reía y él era feliz en es

Valores intactos

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Esa noche se reunían en el barrio. Meticulosos todos los compañeros, salieron cada uno por su cuenta. Mirta y su marido salieron con el pequeño a cuesta. Los otros se quedaban en casa al cuidado de los abuelos. Ninguno, de los vecinos, sabía el destino cierto de todos y cada uno que de tarde noche escapaban de sus hogares como si nada. No faltaron las risas, frescas, de los jóvenes que se encontraron vagando hasta la hora en cuestión. El negro había entrado primero a la casa. Luego Mirta con la familia. De a poco cayó Beto, su compañera y así todos los que tenían que estar en el momento dado, en el horario fijado. La reunión implicaba hablar de todo, más que nada de lo jodido que era últimamente hablar de todo y reunirse para hacerlo. El negro miraba la ventana y a los vecinos que comenzaban a cerrar sus puertas, tras el anuncio de la noche. Lentamente el barrio se escondía bajo las luces de las esquinas. Ellos seguían en voz baja preguntando quién más cayó, a quién habían llevado en

Besos en palabras

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Intentó entonar un canto, con la guitarra en la mano, soltando las palabras, sin decir que era y logró un beso. Cantar un beso. Cantarlo en voz alta. Cantarlo al estilo francés o inglés. A ella, la del beso, no sabe que cantando se puede besar. Cantando en voz alta. En los labios de una guitarra, cantando como se canta cuando uno se baña o cuando se está frente a un auditorio que quiere ser besado por aquellas palabras. Tomó nota. Cantó dos tonos. Tomó el lápiz. Pensó lo que quería y besó con el fino sabor de las palabras un beso sobre el papel blanco pálido. Su boca, mientras escribía, intentó modelar y ella, en la lejanía, sentía su presencia cercana. Se mojó los labios y cerró los ojos. Entreabrió uno, miró la nada y sintió palabras. Palabras escritas en papeles blancos. Logró captar su atención el suave trazo de lápiz. Lo deslizó lentamente tantas veces como pensaba besarla. Su curiosidad cremosa al deslizar el suave grafito húmedo crea la inquietud morbosa de pretender acercarse