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Mostrando las entradas de enero, 2010

Por vos estoy (3 años del Blog)

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(amo esta mariposa) ¿Cuánto duelen las letras, todas salpicadas, esparcidas al azar, como esquirlas de guerra, tan sucias y profanas, que destrozan el corazón? Nada. Ya no duelen. La felicidad es símbolo de cura y de notoria pobreza poética. Hace tres años, un 21 de enero de 2007, desperté de mí por culpa tuya y no volví a dormir. Nacieron un montón de letras sueltas y las junté en la palma de mi mano, cual migas de pan sobre una mesa, y una a una las consumí con placer envenenado. Vos me viste comer cada una de las letras, cada miga, y ya nadie me paró, aún sabiendo que estaban envenenadas, las engullí por placer morboso de saber morir una mañana. Ya no es lo mismo. Hoy hay más luz de lo previsto. Ya no hay migas, solo letras. Ya no soy nocturno y descanso más. Ya no hay ni una ni dos y nadie que yo quiera más ni menos. Ya solo quedan poemas. Ya solo hay lugares y fotos. Ya soy de vos, de ellas y de nadie más. Porque La Oscuridad a Diario es ahora de todos. No porque sean oscuros. No

Fuegos

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Te prohibes prohibir y se proscribe escribir. Anulados ambos ya no son secretos ni decretos. Ambos ya no están ya no joden a los demás. Encendió el cigarrillo y con él su pelo. Corrió el atado de puchos, lo miró seriamente y el fuego de su cigarrillo consumía el tabaco. El fuego de su pelo le quemaba la cabeza, no dolía como otras veces, al contrario, sentía la sensación de estar calentando las ideas para decir algo a los gritos. El fuego del alma se unió al de arriba, la miró desnuda en su cama y atinó a pasarle el dedo húmedo por su saliva por entre las piernas. Ella despertó de su letargo y lo miró con un ojo entre los pelos cruzados de Este a Oeste y algunos al Sur. _ ¿Qué haces boludo? Tenes humo en la cabeza. Él sacó su dedo inquisidor y lo volvió a mezclar entre humos de tabaco y saliva y retornó a su pelvis, rodeándola de círculos metafísicos. _ Nada, no hago nada. Miró la ventana, tiró el humo al viento de la ciudad apagada y vuelve a ella, que desmayada contestaba la nada del

Silencio

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Disipé las dudas y un mar de arena cubre el silencio. Mi silencio otorga silencio. Nada más. Me lavé la cara con sal, luego con agua y no me imaginé ni el mar ni las olas ni la frescura del sol calcinando la arena. Solo vi lágrimas en el espejo. Mi silencio otorga silencio. Nada más. Como el molesto sonido del viento sobre las hojas secas de las temporadas otoñales, sin pena ni llanto, así caigo cuando el castigo de armar el amor cae vencido sobre un silencio de tardes dominicales. Enciendo la radio. Te escucho, ronca, triste y con disturbios espaciales acústicos y ya no hay voz ni música. Nunca estuviste en la radio. Nunca estuviste ese domingo otoñal y no estamos ni en domingo ni en otoño. ¿Será que tu silencio es el silencio que olvida su contenido y su pasado? Tu silencio no otorga nada más que silencio. Mi silencio también. Me cansé de escribir por escribir sobre el agua del río. Quizás las palabras sueltas lleguen a Montevideo, a Colonia o crucen el océano y lleguen al África tro