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Mostrando las entradas de marzo, 2012

Y te robaron el mes de abril...

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Se rindió. No pudo más. No quería seguir y bajó sus brazos. No quiso, no era lo que quería hacer, pero lo intentó hasta que no se dio más el seguir intentando una penosa hazaña. Se subió a lo más alto, miró la zona poblada de cadáveres intactos, lejanos, humeantes, triste y oscuro, sus ojos se perdieron. Cuando bajaba, manos vacías y negras, lodo y pólvora, lo amenazaban con levantarse ante el primer fusil que lo apunte y lo intima. Tiene miedo, mucho, tiembla con el frío intenso de la derrota y del agua en sus pantalones y del barro de la trinchera y del denso clima infernal. El fuego se extendía más desde la costa y, en su bajada, se notaba el humo negro sobre el puerto, la base y los refugios. Bajó pensando en su regreso a tierra firme y amigable. Bajó al infierno. Lo atraparon. Levantó las manos. Un oficial del comando enemigo lo revisa y lo interroga en su idioma. Le pregunta cuantos son, quienes, armas y lo invita a fumar. Él levanta a media asta los brazos. Tiembla. Pid

Breve reseña de los últimos meses en dónde uno intenta y propone crear fantasías en un mundo extraño que extraña lo que siente.

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Leeme. Leeme como cuando leías las hojas de otoño sobre la vereda de tu casa sin árboles. Las del barrio, las del campo baldío y de los olivos. Leeme ahora, nunca o siempre. Como leías cuando te sentabas enfrente de todos y mirabas hacia la nada por la ventana. Leeme, porque me cuesta escribir. Como cuando dejé de hacerlo, por miedo a sentir de nuevo que escribir era sólo para que me leas. Leeme en minúscula, ya que en mayúscula no se deben poner las palabras que salen lentas, suaves y suplicando un momento. Leeme, porque pedís que escriba algo cuando no tengo nada que escribir, cuando uno pierde el papel, los lápices, las ganas y se sienta sobre una densa fantasía que lo rodea tanto de noche, como de nochecita y al amanecer de la misma luna. Leeme porque soy yo el que pide ahora que me lean, estoy abarrotado de palabras y ninguna sale de mi piel sin pedir permiso. Estoy que derramo lejanos adjetivos, pero los vuelvo a juntar. Me enamoré del silencio del p