Uvas para Eva

Nos enteramos tarde. Nos miramos a los ojos. Nos quisimos besar. Ella buscaba una excusa barata para entrar a la casa y verlo, aunque sea un rato, para decir que había estado en ese lugar. Él se enteró recién a los minutos que salió ella de su patio, cuando la vinieron a buscar, pero corrió hacia la puerta antes que se suba al auto. Se enteraron que se amaban casi sin conocerse físicamente. Se miraron a los ojos con ternura y muecas en sus bocas. Ambos, secretamente, se besaron mentalmente y luego partieron. Mientras viajaba por el barrio, ella intentó mirarlo por la ventana trasera del coche. Marcó con el dedo un código, pero nada. Él se quedó mirando como el coche se desplazaba por la espesa arboleda de la calle y, desde lejos, miraba que se retiraba una oportunidad. Estuvo más de quince minutos afuera, tomando aire. Miró como lentamente se opacaba el cielo y se transformaba el día en una noche veraniega estrellada, prohibida y andariega. No dudó un segundo que la amaba. No se es...