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Mostrando las entradas de abril, 2011

Obstáculos

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Intentó saltar una valla en su camino y cayó, de cara, sobre el suelo frío que aquella noche preparó para él. No era raro caer. Tampoco tener noches frías. Se levantó. Miró el cielo y puteo. La cara, marcada de rojo punzó federal, tiñó su ropa. No encontró repuestas, no las tenía. Había perdido una vez más aquella carrera alocada en las noches sedientas de drogas baratas. No pudo conseguirlas. No esa noche. Miró la casa, se sentó sobre una piedra que oficiaba de jardín y contempló la noche pasar. A la mañana, se levantó de su suerte y se dirigió a la plaza para dormir debajo del gran libertador. Raído de no conseguir nada. Durmió el día entero para no sentir hambre. Murió años después pensando siempre en lo mismo y haciendo lo que la vida le enseñó, sobrevivir un día más hasta el último. Se suele ver el fantasma de los vivos. Se suele ver vivos como fantasmas. Darío desde La Oscuridad A Diario .

Precio

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Nâji se encontraba intentando leer un artículo del NY Time que encontró tirado en un basural cercano a su casa, cerca el muro principal. Nâji , que había estudiado en una escuela privada los primeros dos años hasta que su padre se vio obligado a sacarla por falta de pago, tenía esas ganas interesante de aprender que es lo que dice el otro, en el idioma que sea. Alternaba sus charlas con el inglés, el francés y muchas veces con sus amigos el hebreo. Solía tener discusiones en hebreo con los chicos de su antigua escuela. A su edad no era normal. Nâji no era normal. Nada de lo que pasaba a su alrededor era normal. No es normal su vida ni su pueblo ni la arena que pisa ni el muro que lo divide ni los infantes de marina ni la policía de civil. _Papá -Pregunta- ¿Cuánto es un millón de dólares? _ Mucho -Responde el padre mientras intenta hacer que una radio vieja funcione en el dial solicitado. _ ¿Qué es mucho? _ Tanto como para matarnos y lo que sobra es para tus vecinos- Sentencia y

Especulación

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Al pasar por la casa, no se dónde, se que era por este u otro planeta, tal ves Júpiter por su tamaño y no la tierra por su hedor a eso mismo, ella inclinó su cabeza y no me miró. Ambos nos distanciábamos más, mientras yo baja la calle empedrada y, como quien dice, miraba por mi hombro para ver que me viera. No. Nunca pasó. Por Plutón, que ya no es planeta, volví a pasar, doblé en la esquina de Saturno y encaré nuevamente a Júpiter. Dentro mío esperaba que ella estuviese en la vereda, sentada y vestida de igual manera que la última vez. La casa decía algo, desde lejos era algo así como “acá no queda nadie, ya se fueron y me venden”. Entendí el mensaje. Entre líneas decía que me esperó. O, seguramente, que se cansó de esperar. No lo sé. No acá ni en este lugar. Regresando mis pies a la tierra pensé en buscarla. No porque uno sea el que extraña aquellas pequeñas personas que sienten la soledad en la espalda gritando en silencio al oído. No, no por eso. Solo por curiosidad. Una morbosa

Existencia

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Así como yo me llamo, no me llama nadie, decía de chiquito. El niño gris creció. No tiene de niño nada, pero de gris todo. Así como el ser gris en un adolescente será un gris en la madures. Así como hoy es gris, así se lo recuerda día a día la gente. El, antes niño, gris muchacho de hoy recorría las calles. Sin nombre, solo con su palidez de ser la única persona gris (reconocida). Buscó trabajo y se lo negaron. No por ser gris, que ya de por sí asusta, sino porque en su vida nunca tuvo un nombre, uno que lo llame y lo compruebe que su existencia no es solamente de su color o su carencia. Esa tarde de lluvia lo confundía con el paisaje, lo mezclaba y, casi camuflado, lo perdía de vista. Dos o más veces fue víctima del atropello de las personas que pasean sin sentido por las calles de la ciudad, enajenados de sus vidas, de sus misterios y de sus secretos, lo atropellaban porque a simple vista en la ciudad de su mismo color no se notaba. El joven gris sorprendió una tarde, en una plaza

Alta en el cielo

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Alta en el cielo... Izó la tiza apuntó al corazón del pulpo y un verde oliva paisaje de gendarmes cubrieron el horizonte. Izó la tiza apuntó a los brazos oscuros del vacío y un montículo de prestos para matar dispararon. Izó la tiza y murió. Izó la tiza y lo mataron. Izó la tiza y cayó en la ruta hacia la libertad. Izó la tiza Carlos Fuentealba murió. Murieron los niños, porque la tiza no llegó. Murieron los maestros, porque la tiza no llegó. Murió el estado de derechos, porque el gobierno lo mató. Carlos fuentealba presente, ahora y siempre, presente. 4 años del fusilamiento de un obrero de la educación por manos conocidas del gobierno de Sobisch. Nunca más es munca más. Darío desde La Oscuridad a Diario.

Noche fría

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Esa noche hacía frío. Mucho. Cuando el frío se te mete en los pantalones mojado la vida cambia, cambia el contexto, cambia el mundo de como se percibe. _ Che, ¡hace frío acá! - Se sopla las manos que exhalan vapor – mucho, no sé como uno puede vivir acá, lejos, con frío. Allá, en mi pueblo nunca, mira que hubo heladas, pero así ni ahí. _ !Viste! El sargento dice que somos cagones, pero yo, con este frío, me estoy cagando. _ Si, yo le pedí una manta y me sacó de la carpa al trote. Claro, si él tiene su cama y sus cosas, está calentito el tipo en la cabaña. _ Tengo hambre ¿No te quedó pan o algo? _ No, no me quedó nada y va para peor, porque si estos gringos vienen ahora, no sé si vamos a comer a la mañana. _ Si, tenes razón. !La puta madre! - Se rasca la nariz mientras mira por el hoyo de la trinchera que por el frío se llenaba de vapor. El piso mojado de llovizna y a lo lejos luces. - Mira, mira para allá, hay luces. _ Esos son los de la Armada, creo. Aún están lejos. _ Si, par