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Mostrando las entradas de septiembre, 2010

Alevosía

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No se sabía a ciencia cierta el tiempo que había pasado desde la última tajada y su tiempo de guarda. No era mucho, relativo, pero su sabor aún seguía en la boca. Internamente no quería saber más nada de probar su azúcar nuevamente. Me negaba. Pasaba por la heladera, sabiendo que adentro del congelador estaba tentadora, por lo menos la creía así, tal cual la vi en aquel primer momento. Hace unos días, al abrir nuevamente el congelador la vi. Cambiada y helada. Increíblemente sonreía ante la presentación tentadora de cortar una tajada importante y probar su sabor. Una torta cubierta era el poder de seducción más grande ante la noche golosa. Solo me tenté. La vi exclamando una probada o me pareció a mí su llamado. Hubo un roce, un momento. Hubo una idea y unas miradas de confites y recuerdos. Hubo un momento de cuchillo y la idea de sacar partido ante la dulzura expresada y ajena. El tiempo la dejó pálida y con los colores combinados. Los confites tristes transpiraban ante la luz gélid

Sumo

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En almohadones blancos te descubrí, tapada apenas con tu piel. Espaciado de rencores y sobre pasos estallo. Comienzo a caminar por tu espalda, despacio, con los labios y te quejas. Al oído, sin medir consecuencias, te callo. Susurro tu nombre y de calmo. Bajo, te beso. Bajo más y respiro. Siento. Tu piel, de montañas. Tu piel se ensancha, libera calor y se estremece. Tu piel y la mía. Tu boca, cerrada, calla. Al suspiro, guiño. Al aspirar saltas y tu cuerpo se dobla esperando el beso, suave, en los labios. Truncada la operación vuelves y con tus manos atrapas mi escapar cotidiano y me atraes más que lo normal. Aprietas fuerte tus piernas sobre mi cuerpo y quieres que el tiempo detenga de unas vez y para siempre el correr insensato de pasar y te digo que si, que también lo quiero, sin hablar, solo con el calor de mi sangre. Que no es justo. Que me corre por las venas el áspero licor viscoso, necesario, para pedir el permiso delirante de sentirte nuevamente húmeda. Negamos el conocimient

Un tal Julio

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A la basura se la tira. A las hojas dejadas por el viento se las barre. Así, como si nada, se las saca del piso, de las calles y se la tira. La bolsa es negra o verde o del color que se tenga a mano. A la basura se la lleva el basurero. Hombres dedicados a sacar lo peor que uno junta y mezclarlo con lo peor de todos tus vecinos, del barrio, del pueblo. Doña Marta barre de mañana. Saca los soretes de los perros y las hojas de los árboles. Pala en mano junta la mugre de su vereda y la tira en una bolsa negra que se encuentra llena de mugre del interior de su casa. Ella habla todas las mañanas de lo cansada que está de la limpieza diaria. De su marido muerto. De los hijos que ya no vienen seguido a visitarla. Del dolor de espalda. De lo mal que está el pueblo. De la gente de mierda. De los pibes chorros. De los autos y el transito. De la iglesia. De vos y de mí. Susana la escucha y la sigue con el movimiento constante de su cabeza y un quejido monosílabo de crítica casera. Repetía incansa

Crónica esencial e invisible

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La tarde del 4 de septiembre me puse a leer el diario en posición de relajado y con un mate para amainar las largas noticias de la semana, de ayer y las probables del día siguiente. No dudé un minuto caer en lo tecnológico, en las ciencias al avance del día y de los grandes intereses que la misma humanidad asombra. Solo un destacado, muy pequeño, pero remarcado, se encontraba esta nota y me llamó la atención: “ ... en la tarde del miércoles, científicos de la NASA (Agencia Espacial Americana, en sus siglas en inglés) informaron que una de sus largas misiones no tripuladas fracasó con una estrepitosa colisión en torno a la órbita de Saturno. La misión New Horizont, lanzada el 19 de enero de 2006, que tenía como objetivo llegar a los vecindarios del planetoide o planeta enano Plutón, pasando por varias escalas del recorrido galáctico cercano, ha impactado contra un asteroide suelto por el espacio. No obstante el resultado de dicho evento, hasta ahora insólito y casual (Ya que la misión

Arbolito

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Sentía el dolor de siempre al caminar pensando en la nada y en el producto de esa nada. Saltaba los charcos de agua y barro y se sentía del mismo fango y de la misma tierra con el dolor siempre presente. ¿Por qué siempre y presente? ¿Por qué barro y agua y de la misma tierra? Recorrió lo que faltaba, que era mucho más de lo que pensaba, y se sentó al no dar más, aspirando y expirando despiadadamente. Sintió ser parte del viento en la cara y en cada bocanada de aire salía y entraba la vida, pero el dolor seguía presente siempre. Buscó limpiarse las manos en sus ropas. La escupió con su espesa saliva de caminante. Miró el cielo que lo acompañaba. Huyó hacia el sur. Está herido. Caerá pronto y lo encontraremos tirado, herido, moribundo, sucio y con algunas moscas que saldrán de la nada para alentarlo a morir de una vez y para siempre. Las cartas pasaban de mano en mano y llegaban al Coronel de Campaña que fumando miraba el largo camino truncado por las montañas. Pide su rifle de

No es correcto

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No es correcto decir que tus ojos de gatas se lanzaron sobre la presa más indefensa del parque. Pero sí. Es correcto decir que tus ojos de gata saltaron antes que mis ojos de puro placer. No alucino con alucinógenos, ellos lo hacen conmigo como la lluvia moja los vidrios de todas las casas expuestas al crepitar salvaje del agua. Solo miraba la nada, fumaba. Vos sentada del otro lado, mirando mi nada escénica destellada. Dos veces vi que inclinaste la cabeza, junto con los ojos, y boqueaste algo parecido al boqueo que los gatos hacen cuando tienen una presa marcada. Es como un susurro raro. Una melódica canción de muerte y juego. Es algo así como un nada silencioso, pero que se percibe y tranquiliza. No me incomodó. No lo sentí en la primera vez, pero sí en la segunda. Un juego de pupilas danzantes. Solo atinó a mover el brazo acomodando el cuerpo sobre el sillón. Saltó sobre la presa aquel animal mezclado. Lo orinó, mientras lo contenía del cuello para que solo mueva las patas, y lo r

Los Nuru del mundo libre

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Nuru salió de su casa. Nuru corrió al campo, pues a trabajar salió. Los perros saludaron a Nuru que corría hacia el trabajo del campo cuando salió de su casa a la mañana cuando el sol se levantaba. Su madre, Nimba , lo vistió de harapos lujosos y un beso en sus manos arrugadas de tanto trabajar. El agua caliente de toda la noche de la fogata le dio el desayuno de maíz remojado y algún que otro pedazo de carne y con sus dedos comió Nuru . El campo quedaba lejos de su aldea, pero era común correr al viento para Nuru que corría como su amigo, la tierra seca en polvo. Un camión de trabajadores pasa, cargado de ganado humano, amontonados, y Nuru saluda, pues lugar ya no hay. Nuru corre. No llega tarde, pues los chicos menores de ocho años no trabajan mucho más que un mayor de trece ni uno mayor de dieciséis ni otro de veinte. La escuela está lejos y Nuru no ve futuro en las letras, no sabe leer. Su madre tampoco. Su padre murió y no sabía leer ni morir. Sus hermanos mayores no