Pre textos



Se sinceró con ella misma. Se dijo que aún estaba tan parecida a su anterior imagen que no se dio cuenta de que cambiaba con el pasar del tiempo. Tiempo que de por sí la llevó por diversos caminos y, en algunos momentos, la torturó como en su pasado cercano.

Leía y asentía con la cabeza. No entendió el mensaje y cayó en una trama digna de cualquier madeja suelta azorada por el tiempo. Nudos desatados que se proponían sellarse más y mejor.

Tejió su propia aventura. Disculpó su locura con un vaso de misterio. Pidió un beso. Luego una manta de olvido. Se cayó tres veces de la cama y recordó aquella noche en el suelo de su cuarto cuando le dolía moverse y estorbaba contorsionarse de placer ya que aquel cuerpo que la tenía sujeta de su propio interior no le permitía más que sentir, un salto más al nirvana, su locura profana.

Se dijo que sí tantas veces. Se las creyó y no tanto. Hoy, en esa madeja en donde armaba su pullover preferido para el tórrido verano, se mintió. Se mentía siempre y, con aire de verdad, tenía razón. Le dio agua a cada pájaro que voló por su ventana para luego saber que el amanecer era sólo eso, una salida más que compartía un día entero que posponía la noche que caía vacía sobre su lecho. Ya cansada de ovillar y destejer y volver al principio.

Así se sintió a salvo -decía- ronca de gritar que no. Se untó de cremas, se estiró la cara, posó al sol del medio día. Su pullover de verano abrigado le tapó las tetas pagadas por adelantado y se afeitó el cuerpo de las espinas que tropezaban con las lenguas vivas de sus hombres ávidos del placer que generaba su cuerpo desnudo, posando, excitada.

Escribió una esquela en un papel azul. La letra legible. Cuidando los aspectos ortográficos. “Mil veces no quiero y mil veces no puedo.”

Él, al leerla, se posó en su espalda y con suavidad de pluma colocó su lengua en el cuello, respiró un par de canciones y le recordó que la conocía mejor que cualquier espejo pedorro.

Aún sigue en su madeja su lana estropeada. Ella no lo escuchó y teje, desteje y cree que la leyenda es historia, el cuento su pasatiempo preferido y la poesía la gracia, que goza de buena salud.




Solemos vestir muy bien desnudos.

Otras veces estarlo nos hace vulnerables a nuestros propios recuerdos.



Darío desde aquí o allá pero siempre en La Oscuridad a Diario.

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