Alevosía

No se sabía a ciencia cierta el tiempo que había pasado desde la última tajada y su tiempo de guarda. No era mucho, relativo, pero su sabor aún seguía en la boca. Internamente no quería saber más nada de probar su azúcar nuevamente. Me negaba. Pasaba por la heladera, sabiendo que adentro del congelador estaba tentadora, por lo menos la creía así, tal cual la vi en aquel primer momento. Hace unos días, al abrir nuevamente el congelador la vi. Cambiada y helada. Increíblemente sonreía ante la presentación tentadora de cortar una tajada importante y probar su sabor. Una torta cubierta era el poder de seducción más grande ante la noche golosa. Solo me tenté. La vi exclamando una probada o me pareció a mí su llamado. Hubo un roce, un momento. Hubo una idea y unas miradas de confites y recuerdos. Hubo un momento de cuchillo y la idea de sacar partido ante la dulzura expresada y ajena. El tiempo la dejó pálida y con los colores combinados. Los confites tristes transpiraban ante la luz gélid...