Arbolito


Sentía el dolor de siempre al caminar pensando en la nada y en el producto de esa nada. Saltaba los charcos de agua y barro y se sentía del mismo fango y de la misma tierra con el dolor siempre presente.

¿Por qué siempre y presente?

¿Por qué barro y agua y de la misma tierra?

Recorrió lo que faltaba, que era mucho más de lo que pensaba, y se sentó al no dar más, aspirando y expirando despiadadamente. Sintió ser parte del viento en la cara y en cada bocanada de aire salía y entraba la vida, pero el dolor seguía presente siempre.

Buscó limpiarse las manos en sus ropas. La escupió con su espesa saliva de caminante. Miró el cielo que lo acompañaba.

Huyó hacia el sur.

Está herido.

Caerá pronto y lo encontraremos tirado, herido, moribundo, sucio y con algunas moscas que saldrán de la nada para alentarlo a morir de una vez y para siempre.

Las cartas pasaban de mano en mano y llegaban al Coronel de Campaña que fumando miraba el largo camino truncado por las montañas.

Pide su rifle de caza y sale a caminar.

Dispara al aire.

Dispara al suelo a lo lejos.

Dispara a los arbustos.

Mata la tierra que lo vio nacer, correr, cazar, vivir, amar y, deseablemente, morir.

El dolor sigue y él sigue caminando a la par del viento. No escuchó los disparos. No escuchó las maldiciones. No escuchó nada en el desierto viviente del sur. Sigue camino a pesar que las torturas, las heridas y la orden del mismísimo Presidente Rivadavia que obligan matar a cualquier indio de mierda que se revele ante el Ejército Argentino, ante el Coronel Rauch.

La modernidad avanza matando lo antiguo. También a los nativos. También a la historia. También a los Coroneles contratados por el Gobierno Nacional para extinguir a los Ranqueles.




Arbolito mató a Rauch.

Una localidad lleva el nombre del Coronel exterminador de los Ranqueles.

Así como Roca.

Así como Mitre.

Así como Sarmiento.

Arbolito, su historia, según Osvaldo Bayer y el conjunto folclórico Arbolito.


Darío desde La Oscuridad a Diario.

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