La calle
El negro volaba feroz sobre las calles desiertas del pueblo. Tenía que estar a las 9:15 en lo de Pancho para comer. Pancho lo esperaba con fideos caseros. Pancho le adelantó la invitación al mediodía y es promesa. El negro corría por la plaza principal. Dos cuadras y llegar al bulevar a la izquierda. Ante unas miradas interesantes de los transeúntes del pueblo, que a esa hora nadie o pocos se atrevían a salir, salvo para comprar lo que quede de pan para cenar en la panadería de Rosita, entre la Municipalidad y el kiosco de revistas. El negro llega al final de la plaza, agitado y cansado, corrió sin parar desde la Terminal, cuarto cuadras al volar del viento. Por el frío de las sierras, que bajan oleadas de invierno, Tornquist se cierra por completo. La oscuridad, por fuera del pueblo, es oscuridad total. Algunas nubes, la luna a lo alto que viene desde Bahía Blanca y se acuesta por Pigüé . El negro frena en la esquina, mira hacia los costados y cruza decente, cansado, pero al tocar a...