Sin luz

Tomé enojado el libro de las excusas y me dije, como para saberlo de memoria, que no se miente. La verdad es una mentira y la mentira es una fantástica verdad, pero irreal. Memoricé uno, dos, tres, cuatro días seguidos lo mismo. Cada hoja de este libro me miente. Cada hoja tiene una excusa excelente y no lo quiero cerrar, porque me faltan pocas hojas para terminar de leerlo. Memoricé hasta el apéndice, sobre excusas no hay nada escrito, pues la hoja estaba vacía y solo era el título en negritas que sobresaltaba en un papel blanco, dañino, enojado de pureza. Pasada la semana corrí a la cita, vestido de mi cuerpo, desnudo de mis iras y la vi allí, parada, en una esquina cualquiera. Me acerqué lentamente y, a pasos de llegar, frené mi andar cuando vi que ella tenía una edición nueva de mi libro preferido. Coqueteo con su sombra que no lee entretenida como su dueña. La esclava me toma los pies, según el día y la cantidad de sol sobre su dueña y me prefiere. Recorro su cuerpo negro, delg...