Punto de vista


_ Vení, te invito a caminar. Andar, trotar, correr o solamente gatear. -Me dijo y su sonrisa llenaba de luz el cuarto cuando el sol entraba por la ventana.- Dame la mano, no tengas miedo -Extendía la suya, delicada, tan furiosa como intranquila.
_ Hace frío, no comí, tengo sueño, ya es tarde – Dije, mirando el techo blanco opaco por las sombras de los árboles que afuera se quejan del frío, del hambre, del sueño y de la tarde. - ¿Podemos quedarnos adentro?
_ No. Para nada. No quiero que la tarde termine conmigo ni el sol se vaya ni el frío me hiele ni el sueño me duerma y no pueda despertar mañana – Mira por la ventana que los árboles florecen, el sol sale aumentando el calor, despertando a los pasajeros de las calles. - Amaneció. Recién. Acabo de ver como el sol ahuyentó la fría noche. Vení, dame la mano. - Insiste en que le de la mano, ahora con premura, como antes, pero ahora con mayor fortaleza y con un poco de tristeza.
_ No, no quiero. No salgo de noche. Veo a esa gente sufrir y me da pavor ver como se los traga el oscuro pasaje hacia la parroquia. No es gente sana, se les nota en sus rostros pálidos. Mañana, seguramente saldremos, hoy no, ya el sol está diciendo que no soporta el día sobre sus hombros, hace fuerza, se le nota en sus rayos la delgadez de sus hilos que se pierden entre las pequeñas estrellas que salen y la oscuridad que divide el cielo entre la luz y la no luz. - Me inclino sobre el vidrio y veo como a los lejos el semáforo juega con sus luces y los autos, inmóviles, no se atreven a desafiar el color. - ¡Ves! Ni los autos. Ellos y sus corazas metálicas temen a la luz. A la roja, a la amarilla y al verde, ni se respetan ni se quieren, eso es miedo. - Con el dedo en la ventana un frío recorre el grosor del vidrio – Helado día nocturno, no saldré.
_ Pero ¿es que acaso los autos son personajes insolentes? No, respetan las reglas de juegos y juegan a las reglas, nada más. - Cruza sus brazos y enojada se coloca con la frente a al ventana - Yo no tengo miedo a este día hermoso.
_ No apoyes la frente, manchás el vidrio. - gira su cabeza como si un eje la sostuviera del vidrio - ¿Ves? Grasa, grasa sobre el vidrio y vos sos la que aporta las secreciones de tu cuerpo para nublar el día. Para verlo borroso, para sentirlo en bruma.
_ El que se abruma sos vos. Yo no tengo porqué explicar mis secreciones, las explica el calor, el sol en mi cara y la mañana naciente.
_ Nunca te entendí, nunca pude entenderte ni un poquito ni un montón. Siempre pensé que teníamos algo en común, pero veo que no, oigo que nada, siento que mucho. -Sigo un recorrido de mi dedo, por el vidrio hacia su boca abrillantada, lo detengo cuando el aliento cálido me cubre y espanta. - Todo, todo lo que haces es ventilar tu aire tibio por todos lados. Siempre haces lo mismo, siempre me respirás. Siempre querés transpirar más que los demás – Alejo mis dedos de la ventana, la miro a los ojos y me doy media vuelta porque ya no hay nada que ver, el cielo de la noche se ocupó de encender las últimas ventanas de los edificios linderos.
_ Vivimos a destiempo. - Dice ella, mirando el sol ya coronado de rey y generando el calor a sus hojas verdes que piden más.- Siempre vivimos a destiempo. Cuando te conocí vos me dejaste. Cuando yo te amé vos te fuiste. Cuando yo viví, vos moriste.
_ Lo tuyo es contradictorio.
_ Lo tuyo no, tu coherencia es una lucha por mi locura. No me abraces tiernamente y me beses con tu boca de almohadones. -Me ordenó.



Los puntos opuestos que coinciden.
Solo hay que saber ver cuales.


Desde La Oscuridad a Diario, Darío.

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