Ojos vacíos



Reventar en las buenas y en las malas. Con aire o sin aire. Reventar de un soplido como los globos que no soportan el aliento de perro que los infla. Tener la mirada enardecida de un ser sin alma y concentrarse en más violencia que orina las mentes de los que domina. Dos, tres o cuatro pastillas, un poco de alcohol y el mundo te choca y vos, estúpido, no querés el mundo ni a tus hermanos ni a tu vida. Los golpes ya no son del oficial y tu cara se desangra al grito de más golpes es mejor, más y mejores golpes. Y tu cabeza, sin estallar, no recuerda al otro día las puntadas en la mierda que usa cerebro por dentro y pelo por fuera ni las putas de tus palabras ni los puños que te pegaron ni las patadas que te dieron ni a quien le pegaste y gritaste con los ojos sin alma, con la boca espumosa y el mismo aliento de perro que explota globos como cabezas.
No sos. Ni te haces.
Tu violencia es consecuencia y sos violento, no un enfermo. Ojalá revientes como los globos con el aliento a perro y, por favor, consciente en sobriedad, que duele más.




He visto ojos sin vida,
con alcohol en lágrimas,
con amor,
con dolores inmundos,
respirando con fuerza,
con opio, merca y marihuana.
He visto ojos asustados y vengadores.
Ojos enojados.
Pero ojos sin reflejos, negros y sin alma nunca me los había cruzado.
Es impactante ser un idiota útil a este mundo de mierda, vanagloriarse en violencia,
festejarla y disfrutarla.
Dedicado al idiota que casi mato, cuando en su mundo, dentro del mundo real, quiso pegarle a mi hijo luego de pegarme a mí sin más resultado que mis palabras.
Porque lo pensé en esa fracción de segundos.
Porque era la primera vez.
Porque si lo hacía morías y vos disfrutaba tu muerte y yo las condenas.

Ignacio Melo, no sos un enfermo, sos un violento de mierda, lo que la sociedad quiere que seas. Lo que el mundo te vende, vos lo comprás. Empastillado, drogado, violentas a quien pase por tu lado. No es de enfermos la violencia, es consecuencia de una directiva muy clara de una sociedad que la necesita y vos se la das.

Darío Martin

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