Claroscuros silencios




Que la locura atrape tus sueños
como el mandala tus locuras.
Bebamos vino, juntos, al borde de la cama y, cuando se termine, unamos cuerpos corroídos por el tiempo.
El tuyo y el mío.
Hagamos del viento un simple soplo y que las motas de polvo vuelen, como aves, hacia el norte.

No hace de mí un ser esparcido por un universo desprovisto de gracias. Hace de mí perder la simple cordura y caer enardecido de ti, tu cuerpo sobre mi boca. La boca esperando tu salida y lentamente me entrego rozando mis labios sobre tu roja carne. Déjame mojar los labios una vez más y con tu néctar besarte hasta que me digas con ojos, sin órbita alguna, que venís a mis brazos y quiero, de mí lo que vos me das.

Escapemos. Sentirte tan adentro mío que cuando aplaste tus músculos mi alma quiero sentirte que arrancas al ser, no consciente, al interior, no privado. Hacerte creer que estás en todo mi cuerpo y de un simple golpe, como son los empujones al abismo, tenerte entregado, apretado y débilmente posicionado en la carne. Ahora te saco lentamente, busco el jugo de su poder y juego a la fuente de la juventud eterna. Te cuento un cuento, que abrazo.
Bebe más vino.
Duerme mejor.
Cierra el destino.
Me voy. Salí por esa ventana una vez más y si te veo, seguramente, haré lo de siempre.



A veces es sentir
otras, como un momento de ideas claras
y oscuras.
En silencio, desde La Oscuridad a Diario.


 

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