Tribulación Blues
Antes que nada -o leer- pone este acompañamiento.
Esa
noche, oscura, caminé tranquilo pensando que el manto oscuro y las
sombras me cubriría de mí, de los demás, que no hacen otra cosa
que adelantar los pasos por miedo al mismo miedo interno de deambular
holgados, sedientos y porfiados. -Las noches son de guitarras- me
dije en silencio. No sé por qué, solo quise sentirme internamente
acompañado de algo cabalístico. Enroqué la vereda y salté la
calle como si el espacio de su ancho fuese una diminuta línea. Suelo
hacer escalas de esquinas en mis cruces, para despistar a las sombras
y ver que ellas me siguen realmente a mí o son independientes. Por
momentos el largo de ellas van de un lado a otro, se acercan y luego
me pasan alejándose en el futuro. Pisándome los pies o siendo
devoradas por mi andar.
No
es fácil, la noche no es tranquila para nadie, la madrugada en
asecho no es lugar para vivir y caminaba rápido -Noche, madrugada,
día y un blues es tranquilizante y para no poder dormir después del
alcohol ingerido por las venas, un jazz.- intentando huir de mis
lugares andados. No se veía a nadie pasar y trasponer un pie en la
calle. Algunos que otros animales sondeaban el viento -Un gato. Se
paró, veo que intenta cazar bichos que sobre vuelan cansados y
agónicos del sol artificial que los indujo a la muerte- pero la
misma noche los llevó a dormir acicalados ante su dueño en común,
la libertad de la calle.
Las
botellas y el vidrio resplandecen ante la falta de estrellas en el
cielo sobre un cordón de un asfalto gastado y añejo. Ellos exigen
respeto ante tal magnicidio de otros tiempos, respectadas todas, con
su preciado ser interno -Tengo ganas de agua, fresca- que peca a los
hombres que pecan. La sed me hace pensar que extraño. Si, como una
sensación agónica de morir y convertirse en polvo cósmico soplado
por el viento me hace extrañar. La sed, mi boca, las manos, el juego
y tu cuerpo. Cambio de tema en mi cabeza, asomo los ojos al frente y
allí está ella. Se vuelve hacia mí cuando la luz siguiente la
trae. Creo que camino lento, pero al acercarse es como si algo me
empujara para pisarla, arrebatarla de su capa negra, gris, verde
oscura -Sus ropas cambian con el piso, las baldosas viejas de una
casa la transforman en un juego de ajedrez y luego las viste de rayas
amarillas opacas y pienso que debí desvestirte despacio, que tonto,
en el apuro tu cuerpo caliente y el grito del gemido más intenso me
posó sobre tu cuerpo sin tocar la cama. La cama, tu cuerpo y el mío-
así es mi sombra ni más ni menos. Intentará subir las escaleras
conmigo, segura de sí, porque hay una luz a mi espalda y la del
frente se quemó -Sabía que tenía algo para comprar, me olvidé hoy
a la mañana cuando pasé por la tienda. Mañana seguro me olvidaré
de nuevo- cuando la tormenta la azotó fuerte contra la pared blanca
y volteo los maceteros del vecino.
Uno,
dos, tres, cuarto, cinco, seis -Cuesta. Cuesta más en este estado-
once, doce, trece. Izquierda. Meto mi mano en el saco y tus manos
suelen acompañarme hacia mi bragueta, te arrinconas en la puerta y
dejas que te bese el cuello lentamente, pero salvaje.
Me
acosté tarde. Eso de noche, bares y demás demonios no es para mí,
pero que gusto.
Dedicado a mi sombra, las que se aleja cuando quiere, desaparece y vuelve como si nada.
Fiel a su estilo.
Con estilo.
Desde la Oscuridad a Diario, Darío.
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