Una vida de millones


Se calzó los anteojos, miró la hoja mojada que tenía en su mano y pegó una fumada a su puro que ondeaba por la humedad de la selva. Una gota de transpiración recorrió la barba irrespetuosamente. Se la secó con la mano. Miró a todos firmemente convencido, como suele hacerlo aún cuando tiene una idea. Todos miraron al piso, en él se encontraba lo mismo que la hoja, dibujado en magnitud a punta de un pequeño palo.

Siguió pensando más. El resto escuchaba en silencio el ruido de su cabeza. La selva, la sierra y las metrallas hacían silencio cuando él pensaba. Abajo de la sierra unos campesinos corrían escapando del Ejército que se apostaba para sorprender a los sorprendentes, los fantasmas, los humeantes, los barbudos, los rebeldes.

Se tomó de la barba nuevamente y dijo en casi un murmullo -ya está- . Todos lo miraron asombrados y contentos. Habían ganado.

Levantó su cuerpo enorme entre los hombres más grandes y les dio las indicaciones del caso. Una hoja a Ernesto y otra a Camilo. Eran las órdenes justas.

Unos años después, mucho después de morir todos los años, se retira de cuerpo. Sale de las luces y de la gente y deja un fantasma más denso que el calor de la Habana. Todos, el mundo, piensa que no está pero les pesa decidirse porque su reemplazo es su imagen que no está. Se lo escucha en silencio en sus documentos visuales de aquellos años de glorias y en estos de agitación. El mundo se agita como los pulmones de Ernesto en aquella travesía infernal. Son demonios para el norte y santos para el sur. Son dueños de las historias. Son parte de una historia que engloba a todas.

Sin saber de él, más que sus letras diarias, aparece de su sombra y se levanta. Había resucitado una vez más y provoca a más de uno un dolor de estómago. Revientan gusanos por el suelo. Revientan sueños de oro, diamantes y putas caribeñas. Él nace para seguir viviendo.

Se calzó los anteojos. Miró con recelo su papel blanco, escrito en otras oportunidades, y piensa. Se toma la barba blanca por el tiempo y piensa. Se detiene el mundo a su entorno. Mira a las cámaras, a los interlocutores, que hacen el mismo silencio. Levanta su dedo y esboza su pensamiento al éter electrónico. Hace más calor que 50 años atrás. Él lo viene advirtiendo. No fuma más. Camilo se fue a otras tierras de sueños y Ernesto lo siguió al sentir su rocín galopando. Muchos ya no están. Él está y todos están. Él se levanta, camina lento, pero lleva el mismo porte que en Sierra Maestra.

Aún se siente por los pasillos sus palabras al enemigo de la humanidad, como un Quijote que ve molinos y sabe que lucha contra ellos no en vano ni por porfía, que lo azota y lo seguirá azotando hasta que se dignen en perder dignidad.

...Puesto que usted ha decidido que nuestra suerte está echada, tengo el placer de despedirme como los gladiadores romanos que iban a combatir en el circo: Salve, César, los que van a morir te saludan. Sólo lamento que no podría siquiera verle la cara, porque en ese caso usted estaría a miles de kilómetros de distancia, y yo estaré en la primera línea para morir combatiendo en defensa de mi patria...”





El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz hoy cumple 84 años.

Vuelve, se sienta y piensa.

El mundo se detiene cuando piensa.

Todos pensamos.

Cuando habla, todos pensamos.

Cuando actúa, todos nos salvamos.



La Oscuridad a Diario y su luz.

Darío.

Comentarios

B. Rimbaud dijo…
Me encantaron las líneas finales...cuando habla todos pensamos... Saludos

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