HIstorias de guerras inventadas - Cap. uno - El momento
"We wont move" durante la manifestación de Soweto, Soudafrica 1976.
“..Son
cinco minutos, la vida es eterna en 5 minutos.”
Victor
Jara – Te recuerdo Amanda.
Corrimos
por más de una hora. Yo corría como si el mundo detrás mío
desaparecía a la misma velocidad. Adelante, muy adelante, había la
misma cantidad de armas de fuego que atrás, pero corría.
Mientras
más lejos, más abierto era el abanico de gente corriendo. La
multitud enardecida corría mientras el de lado caía superado por
una bala que atravesaba la cabeza, el tórax o cualquier parte que
tuviese expuesta a esta corrida generalizada. Me caí, sobre el suelo
polvoriento.
Ya
sabía que caerse podría llevarte a la vida o llevarse tu vida. He
visto caer negros y ser rematados mientras sus cuerpos se mueven en
el piso, sobre la tierra, sus cabezas estallan.
Yo
no quiero que mi cabeza estalle.
Me
volví a levantar, corrí.
Esa
noche se sumarió a más de cien personas, profesores la mayoría.
Se
declaro ley marcial.
Mil
quinientos policías disparando a tantos estudiantes y profesores que
en los anales de la historia esto constituyó una masacre, pero solo
fue una de tantas.
Se
informó que solo murieron 36 niños. El resto de los animales
sublevados de Soweto sembraron setecientos cadáveres al suelo
africano.
Fue
solo un momento más de África, porque en definitiva "We wont move", decíamos.
La
tarea de inteligencia realizada fue felicitada directamente a sus
responsables de llevar a cabo dicha empresa que no deja en manifiesto
más que alabanzas. El cuerpo GT 3.3 de la Escuela de Mecánica de la
Armada actuó operando una difícil tarea, pero dando sus frutos y
esfuerzos para detener esta amenaza a la cual cada una de las Fuerzas
en Conjunto se ha propuesto como objetivo su exterminio, ya que
altera la Moral, la familia argentina y sus instituciones
profundamente cristianas.
Un
calibre veintidós se enfrentó salvajemente a un grupo de pistoleros
con Fusiles Automáticos Livianos y dos vehículos de perros rabiosos
de odio. Un periodista cae abatido en Buenos Aires, entre las calles San Juan y Entre Ríos precisamente, y
su cuerpo es desaparecido.
El
miedo a que resucite tres días después es tal que los Marines
católicos hacen desaparecer por todos los medios necesarios sus
cadáveres comunistas. Se roban niños recién nacidos para ser
salvados de tal amenaza. Se violan mujeres, de violan hombres, se
tortura al estilo francés para no perder glamour de un país derecho
y humano.
La
contienda duró diez minutos entre los disparos y el hacer
desaparecer el cuerpo.
Rodolfo
Wash aún está desaparecido, cuarenta años después es un momento,
en ese momento hoy "El Tigre" Acosta y el cobarde de Astiz están presos y en su
mierda de silencio.
Se
suele olvida en las guerras a los vencidos. Los vencedores sostienen
las plumas sagradas y los laureles de la victoria. Los grandes hitos
históricos en donde se consagran al fuego de los dioses.
En
solo ocho horas, los valientes soldados argentinos y del imperio del
Brasil se hicieron carne de más de dos mil niños entre seis y ocho
años que, con barbas falsas, suplicas de piedad sobre las piernas
del enemigo, eran degollados, ensartados con las bayonetas y
fogueados por la pólvora y el plomo.
Para
darle más honor a la batalla épica de la Triple Alianza se prende
fuego el pasto seco que cubre a los niños muertos, a los ancianos
del ejército paraguayo, a las madres que salen de la selva para
levantar los cuerpos.
Pero
no, el honor de una batalla que resistió fuertemente el embate
prepotente de un conjunto de ejércitos modernos tiene fin cuando el
hospital de campaña que sostenía con hilos la vida de mil
soldados niños también es quemado. Que ardan en el infierno de la
guerra.
Nadie,
ni los diarios de la época ni los créditos ingleses que cubrieron
la afamada aventura contaron con que Paraguay, junto a López, estaban
dispuestos a morir todos, si es posible, lo deseado.
Alguien
con buen corazón dijo, en el momento justo: “No ha quedado vivo
ningún paraguayo mayor a diez años” y se lavo la sangre.
Es solo un momento
desde la milésima de ese chispazo elemental y la vida.
O ese apagón inmediato del cerebro, cuando todo se extingue.
Darío desde La Oscuridad a Diario
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