Periplos



No es tiempo. No es dinero. Solía soltar el discurso de la necesidad. Muchas veces solía escapar.
Compró la idea.
Una vez más ofrecieron pedazos de historias, retazos de leyendas urbanas indeseables y apartadas de la misma realidad.
Sólo soltó su cuerpo al viento caliente de la boca y comió de su suave piel durante el tiempo en que se elevó su calor corporal y estalló en auténtica cordura en plena locura de su carne. Apretó sus labios y oró cuando lo majestuoso de las contradicciones penetraba la inocencia debida. Órgano raptor de razones, agitó su pecho en jadeos complacientes y desplegó el grito de guerra ganada y ahora, en este momento, se condeno.
La calle la consumió moderadamente.
Repite su juego diario. Ya no es inocente su entrada triunfal. Ya no quiere, fue olvido.



Pasajera en trance.

La Oscuridad a Diario, desde Darío.

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