Vaquerito


Sea porque sus botas mexicanas lo hacían un feroz guerrero azteca o su galante sombrero guajiro que lo acompañaba en las misiones más arriesgadas. Sea porque cuando se necesitaba un muerto él levantaba la mano para morir primero y ni la muerte lo quería. Se hablaba de un pacto entre él y la guadaña. Él era un obstinado campesino con ganas de libertad y ella le esquivaba por ese miedo, ya que tener a un suicida, revolucionario, mal hablado y barbudo no era digno de un paseo con la muerte. No así, no como pretendía Roberto.
_ Mira, tu te vas por acá arriba. Hay que hacerlos mierda a estos cagones que no salen. Ve por acá arriba y fíjate quien de todos esos pendejos disparan. Si lo tienes al tiro, se la pegas, si no avísame. Vamos por varios caminos hacia ellos.
_ Oye, déjame correr por la calle, solo tienen que cubrirme.
_ No, ve por arriba, no te quiero muerto, no me sirves.
_ Orale, voy arriba comandante.

Se estaba complicando Santa Clara. La última resistencia se mostró con francotiradores y demás arriba de la iglesia, por dentro y fuera, por dónde haya un hueco los soldados de Batista disparaban.
Venía el año nuevo, faltaban dos días. La revolución también llegaba, faltan años por delante, manos por trabajo y la dignidad de un pueblo para sostener dicha empresa. Roberto sale raudo hacia su nueva misión. Sube el techo y el sol le cubre su tez oscura, quemada, con pólvora y humo, tierra de la Sierra y de Santa Clara.
_ ¡Quién te dió esas botas!
_ Me las dió la jefa, están buenas. No pues, si uno hace bien el trabajo, no hay con que darle. -Inflaba el pecho y se colocaba un cigarro grande como su mano- Si hasta el mismísimo Fidel me las envidiaba.
_ Vaquerito, si sos todo un vaquerito. Falta que pegues el grito y te pongas a bailar como gallo descangallado -Y se pusieron todos a bailar alrededor de un sombrero, como si fuesen vaqueros mexicanos-.
Norma le regaló en Sierra las botas mexicanas y Roberto las usó y llevó siempre para espantar a la muerte.
Allí subieron todos al techo. Muchos Robertos mirando hacia la Jefatura endiablada de Batista. Ellos conocieron el fuego del enemigo.
Vaquerito en silencio se arrastra y lentamente se sube y ve de frente que sus botas brillaban y su sombrero delataba la bala que cruza su cabeza y cae.
Dichosa muerte.
El Che, al enterarse, se lamenta por perder a más de cien hombres. No uno ni diez, Vaquerito valía por cien. A dos días del triunfo, a dos días de la rendición y escapada de Batista, la muerte no esperó más y se lo llevó con sus botas limpias y su sombrero de trabajador del campo, como cuando se sumó a la rebeldía, como cuando quiso ser libre Vaquerito se fue.



Hay hombre que luchan un día y son bueno.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida, esos son lo simpresindibles.

Bertolt Brecht.


La historia de Vaquerito, Capitan Roberto Rodríguez Fernández, muerto el 30 de diciembre de 1958, a dos día del gran día, en Santa Clara, Cuba. En su día de muerte lo recordamos. Solo tenia 22 años y toda su vida encima.
El Che al enterarse de su caída en combate: No han matado a un hombre, han matado a cien hombres.

Darío, desde La Oscuridad a Diario.


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