Tiempos
El doctor lo miró. Su
cuerpito flaco, huesudo, con frío exhibía trazos de heridas de varios juegos,
pero con vergüenza él miraba hacia el piso, sin levantar la mirada y sabiendo
que el Doctor estaba rondando, allí, cerca.
_ Date vueltas pequeño ¿Qué
le anda pasando mamá? –Lo dice entre ojos, mirando la nada, el paciente y la
madre.-
_ Está con tos, tiene cargado el
pecho. Hoy no fue al jardín, porque ayer tenía fiebre.- Dice esto con cara de
lamento, mientras el niño es desvestido el dorso completo.
El doctor mira al niño.
_ Veamos ¿te duele acá? –Apretando
los ganglios.
_ Si –Casi murmurando,
mientras la madre arregla la ropa que le sacó y la coloca arriba de su
cartera.- Má, no tengo nada no. Es sólo tos.
_ Si, es sólo eso,
tos.-Dijo el doctor a dúo con la madre que se calló en al mitad de la oración
para dejar al facultativo que termine.- Veamos.- Argumentó.-
Lo vuelve a mirar y él
baja más la cabeza encorvando la espalda y acurrucándose. El consultorio es de
una casa vieja, entre moderna y extraña, y tiene de todo. En la entrada hay un Cucú, de reloj con casita
que sale y dice la hora cantando. Ya en ese instante hace frío, siempre, sea
verano o invierno. Adentro del consultorio hay una balanza que tiene pesas y es
pequeña, es para pesar bebés, pero también es fría. Sus partes brillantes son
heladas y tocando con el dedo uno se da cuenta que un bebé se congelaría. El
doctor usa guantes según lo que debe hacer. Si está por mirar la boca y tiene
que agarrar las paletas de madera (arcada por medio cuando el doctor te dice
que nada pasa, sólo es mirar y decir “A” fuerte) los usa, pero no si tiene que tocarte el cuerpo.
_ Veamos mamá. Sostenelo. –Le
indica con un guiño oculto que es descubierto por el niño.-
La madre se acerca
cómplice y él no tiene más remedio que esperar lo peor del doctor confabulado con
su madre.
_ Má, no.
_ Si, dale, es para saber
si adentro tenés algo. Por eso te revisa ¿No doctor?
_ Si, no pasa nada. Mirá,
mirá como hago esto, ves. Esto acá. Bien. Escuchemos.
Y un frío intenso corre
por toda la espalda. El estetoscopio y su lado plano se posó en un costado, lo levanta y
lo vuelve a pasar al otro costado de los pulmones, por la espalda descubierta.
No quería, pero fue engañado por su madre. Traicionado. No se resigna, se corre
e intenta amenizar el contacto entre el aparato de acero clínico y su piel.
Pero no, el doctor pide que tosa, el tose. Las manos del doctor también están
frías. Todo en ese consultorio es frío.
Afuera, el sol indica que
ya es media mañana. Si todo viene como se pensaba, la tarde será en cama.
Nunca me voy a olvidar del
Estetoscopio frío.
Tiempos.
El
Consultorio con el Cucú era de un gran doctor en Zárate.
Darío desde La
Oscuridad a Diario.
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