Cuentos pasados


Allí estaban. Ambos. Piel con piel. Ambos. Sus ojos. Sus bocas, ambos. Allí estaban y se acercaban, meticulosos. El ambiente estaba cargado de idas y venidas. Estaban, ya, en su lugar de combate. Eran soldados, piel de guerras, piel de todas y cada una de las etapas que nunca se dieron, hoy se daban. Todas juntas, por montones, por tiempos ilimitados, estaban, cara a cara, juntos.

Quiso besarle las muecas de su sonrisa. Quiso ser parte de su vientre. Quiso sentir el fluir de su sangre por su piel.

Su boca.

_ Me gusta tu boca ¿te lo dije? - Afirmó y preguntó para tener una repuesta que ya sabía de ante mano.

_ Sí -Dijo, mientras las muecas de su sonrisa se mezclaba entre los besos y los labios.- Lo sé – respiró.

Su Piel.

Recorrió cada tramo de piel. Su piel con aromas. Su piel extensa. Su piel caliente.

_ Tu aroma, me gusta. - Dice y baja por su cuerpo – Pero tu piel tiene la culpa – Atribuye.

_ Es tuya, soy tuya. -Dijo mientras tiraba su cabeza en la cama, cerrando los ojos, sintiendo los labios pasear por su cuerpo, una y mil veces.

Su cuerpo.

_ Me encanta pegar mi cuerpo con el tuyo. -Se forma un nudo, ambos encerrados en un solo capullo y él respira por ella y ella gime por él.

_ Tu cuerpo es mío, hoy, ahora, lo quiero. -Dice ella y lo abraza, lo tiene y no lo suelta.


La noche continuó como si fuese día, como si el día no importara, como si ya nada importara. Como si todo fuese un cuento. Cómo si los cuentos fuesen reales. Y, afuera, la gente ignora lo inimaginable, es un cuento, creyeron.

Los nervios, la ansiedad, los gustos. El tacto, las manos, el momento.

Ambos se frotan como lámparas. Ambos se creen genios atrapados en aceite. Se agitan, varias veces, ella salta, él la contiene. Ella se va, él la persigue. Ella pide más, él lo da. Son una máquina que se buscaban solo para funcionar en es momento. Cada parte encajaba en su lugar. Poros adentros, poros afuera. Bocas unidas, bocas vacías. Cuerpos calientes, cuerpos unidos.

Las manos.

_ ¿Querías esto? - Dice, lo mira con sus ojos de gata, mientras sostiene, aprieta, lame y corre, lo recorre, en suspenso.

_ Si, quiero tus manos, me gustan.

Sus ojos.

_ Sos mío ¿Sabías? - Y sus ojos se transforman en objetos punzantes, por debajo de su pelo, y lo invitan a cerrar los suyos con ese poder interior, con esa fuerza.

_ Si, ahora. - Él tira su cabeza hacia atrás, cerrando sus ojos, vuelve y está ella esperándolo.

Su cuerpo.

_ Esto te dije, esto te hago. -Dice eso, mientras escala su cuerpo apoyando toda su flor sobre las piernas, queriendo sentir el fluir de sangre, apoyando su humanidad, demostrando su máquina de amar. - ¿te gusta?

_ Si... - Calla, mientras el sentir húmedo hace que explote en un torbellino, vientos, sueños. - Te quiero así, acá.


Ambos se conectan. Ambos se unen y salen de uno, dos, de dos uno. Ambos inician el final del recorrido.

Ella baja, lo ayuda, lo enloquece.

Él no esperó.

Ambos, como diferentes conocidos, ya están vestidos caminando por las calles, en un mar de gente, un tiempo después, lejos.

Se despiden, salen a la oscuridad, salen al sol y nadie los ve.




Casi igual que Cortázar... salvando las distancias (Años luz, diría).

Desde La Oscuridad a Diario, Darío.

Comentarios

Anónimo dijo…
impresionante! casi puede sentirse uno ahí con ellos! hermosas palabras
Dario Martin dijo…
Gracias Anónimo, es interesante tu nombre.
Jeje.. sería interesante agregar uno más al debate de cuerpos? Dejame pensarlo.
Ojo, un mirador, no estaría mal. Ya somos parte de ese proceso cuando lo leemos, pero lo quiero activo, mirando.

Un abrazo, gracias.

Darío.

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