Noche fría


Esa noche hacía frío. Mucho. Cuando el frío se te mete en los pantalones mojado la vida cambia, cambia el contexto, cambia el mundo de como se percibe.

_ Che, ¡hace frío acá! - Se sopla las manos que exhalan vapor – mucho, no sé como uno puede vivir acá, lejos, con frío. Allá, en mi pueblo nunca, mira que hubo heladas, pero así ni ahí.

_ !Viste! El sargento dice que somos cagones, pero yo, con este frío, me estoy cagando.

_ Si, yo le pedí una manta y me sacó de la carpa al trote. Claro, si él tiene su cama y sus cosas, está calentito el tipo en la cabaña.

_ Tengo hambre ¿No te quedó pan o algo?

_ No, no me quedó nada y va para peor, porque si estos gringos vienen ahora, no sé si vamos a comer a la mañana.

_ Si, tenes razón. !La puta madre! - Se rasca la nariz mientras mira por el hoyo de la trinchera que por el frío se llenaba de vapor. El piso mojado de llovizna y a lo lejos luces. - Mira, mira para allá, hay luces.

_ Esos son los de la Armada, creo. Aún están lejos.

_ Si, parece. ¿Vos de dónde sos?

_ De Curuzú Cuatiá. Más del campo que de la ciudad. ¿Vos?

_ De acá, de Merlo. Cerca de Buenos Aires.

_ Ah, mira que nunca vine a Buenos Aires. Solo cuando llegué en tren, que me llevaron hasta Campo de Mayo y de ahí al sur. Se ve que es lindo.

_ Cuando quieras paseamos. Te va a gustar.

_ Sí, si le dije a mi Tata que cuando regrese me voy a quedar unos días para recorrer. Ya que estamos, voy a conocer todo. Ese pico, el de la calle grande, el Obelisco. Hasta tango voy a Bailar.

Riendo ambos, se sentaron de espalda al hoyo y Marcelo saca un cigarrillo.

_ ¿Querés Faustino?

_ No le fumo, pero si me saca el frío, dale nomás.

_ No sé si te saca el frío, pero si el hambre. Tengo la panza que me suena, si los ingleses vienen se van a dar cuenta de nosotros por los ruidos.

Ambos comenzaron a reír sin parar, tanto así como a temblar por el frío que la noche del sur extremo entregaba.

Faustino escucha ruidos de metrallas. Asoma su cabeza y ve las luces cerca.

_ Creo que vienen che. Se están acercando me parece.

_ No creo, tendría que dar orden el sargento.

_ Pero si ese debe estar durmiendo calentito, ni va a pelear creo.

_ Voy a mear, afuera. Tengo frío, hambre y me meo, es el colmo. - Se levanta de la trinchera, sale con el pucho colgando en al boca y se pone a orinar el pasto que levantaba un vapor pesado, denso por el frío. - Mira, mira que se me congela todo. Faustino, mira la escarcha.

Faustino levanta al cabeza y comienza a reír.

Dos ráfagas lejanas. Una bomba. Cuatro cazas enemigos surcan el cielo dejando caer toneladas de cargas explosivas.

Sigue el combate cuerpo a cuerpo en las playas, lejos de las ubicaciones altas. Se escuchan bombas toda la noche.

La madrugada asoma lentamente. El sol, pálido intenta salir entre las nubes. El sargento, que se encontraba en la cabaña, da la orden a dos soldados que ocupen y limpien la trinchera. Los dos cuerpos tenían la sangre escarchada y humeaban bastante por el denso frío del sur.



Un ejercito de niños

Un ejercito

Niños.

Muertos

Niños, mis niños, tus niños muertos.

2 de abril de 1982 – 2 de abril de 2011


En esa oscuridad, caen los niños. Darío, en la Oscuridad a Diario los recuerda.

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