Telar de Estrellas


Se pinta la cara de lunas, suele hacerlo seguido, labios y ojos de estrellas, su pelo una larga cabellera de cometas y como pendientes luceros que brillan lo justo y necesario para la noche. Nunca quiso perderse la noche, contemplando una ventana, mirando hacia la oscuridad de la noche, su rostro brillaba recordando aquellas palabras que sellaron su inocente vida en aquel pueblo en dónde la luz artificial era ciencia ficción del futuro tan lejano como el pueblo más cercano, la gran ciudad.

De consumir aire y agua, una noche pasó a pastillas y merca, que la cocaína solo era ese polvo rubor insolente que la mantenía sobria y fogosa. De respirar la pureza del ceibo a saborear el humo del tabaco, mezclado con la lengua, pasado de boca en boca mientras un martini secaba lágrimas entre las muelas y dejaba marcado un tono rojo lobo feroz en el borde de la copa.

Con boca de pecado, gustosa de obispo que se masturbaba mientras ella y sus vecinas acompañaban a la abuela a rezar al santo padre de las locuras eróticas y verlo que siempre se sujetara de su castigo, bañado de sangre, espinas hediondas, heridas al lamer, clavos fálicos y mirada impaciente. -Me llamo Lulú- Dijo al oído del caballero que obsequiaba uno de a cien. Ahora cambia de nombre, poca ropa, lustrosa piel y pide una botella a pagar. Lame su oído y dice que cien es poco, pero sus pezones hablan bien del caballero y de su billetera.

Mientras las luces aumentaban el ritmo de la noche, Lulú estrellaba su cabeza en la almohada y agitaba sus piernas, el caballero pagó los cien restantes y conquistó su interior. Lulú aspiró su imagen de aquel espejó, Lulú encendió su éxtasis, volcó la botella sobre su cuerpo, y gritó agitando sus manos al placer. Golpeó la cabeza del canalla con la botella ya rajada y ese hijo de puta que violaba pendejas ya no se levantó más. Aún movía sensual su cuerpo y ella lo sentía en su interior. Se acostó, miró el espejo del techo y recordó las estrellas y su cielo de aquel pueblo de mierda que la enterró en el infierno.




"el día que los telares tejan solos, el hombre sera libre"

De los telares... no del hombre.

Darío desde La Oscuridad a Diario.

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