Sentido


Dibujó una flor en la arena. Luego se sentó a esperar que el mismo mar y sus olas arrasen todo. Discutió con el viento, pues no soplaba lo suficiente para traer agua hacia la costa. Pensó que mejor era pedir que sople, orar o implorar. Toda la tarde y parte de la noche esperó que la marea haga su entrada triunfal y borre de una lamida a la flor. No, ni la marea ni el viento aparecieron esa noche. Si vino la luna, que casi en su totalidad se mostraba en el horizonte, sobre unas rocas alejadas al costado de la bahía. Luego, entrada la madrugada, se vieron caer algunas estrellas. La flor, que costó poco crear en la misma arena seguía esperando el beso de sal. En pequeños grupos los habitantes del lugar que deambulaban con insomnio se asomaron para ver terminada la noche.

Se tocó al boca con manos húmedas, saladas y arenosas. Miró el cielo para ver caer, a retazo, las pequeñas manchas luminosas, ya no tan oscuro, ni cerrado, aún iluminado por esa luna que desaparecería con el correr del tiempo. Se dijo que sí. Que esperaría verla desflorada el tiempo que sea necesario. Se volvió a tocar la boca. Se dio cuenta que en la espera, sin pensar, fue besada una y otra vez por la misma noche.

Se acostó mirando la nada y escuchando algunos cantos de jóvenes que bajaban noctámbulos y se dijo que era hora de esperar, pero con los ojos cerrados. La noche, ya madrugada, ya amanecer la cubrió de sol. Su flor que esperó el agua nunca se fue, no por las causas naturales de las mareas, solo se cubrió de arena. Cuando despertó fregó sus ojos negros cansados y ofuscados por el sol de una mañana similar a las demás y no la vio más. Sonrió por el deseo de verla oculta, besada por la sal, tomada por el mar, arrojada a la inmensidad.

Se fue contenta, había realizado una hazaña, estando presente de cuerpo, sobre la arena, que nunca vio pero sintió. Solo supuso que tener arena en el cuerpo, sudor de noche, agua de mar, estrellas que caen y una luna enorme son pautas para que por un momento cualquiera se sienta feliz de hacer cosas simples.



Con qué tersa dulzura me levanta del lecho en que soñaba profundas plantaciones perfumadas.”

J.C.

Desde la Oscuridad a Diario, Darío.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Historias de guerras inventadas - Cap. uno - Los ganadores