De golpe

Se sabía que era inoportuno caminar de noche por el bulevar, doblar en cualquier calle y parar para ser un atractivo físico de los coches y los pocos transeúntes que pasaban. Buscaba el dinero que no tenía trabajando formal e incómodamente en una oficina negada hacía ya diez años. Se mudó tres veces, la última a un sector ocupado de la villa 31, a pasos de la salida de la autopista. Trabajó de panadera, de limpia coches, de pedigüeña, de trapeadora y de puta, pero su economía seguía al rojo y la obligó a salir de nuevo a la calle. En Neuquén era secretaria de una empresa contratista para los pozos petroleros, ganaba muy bien. Comía bien. Vestía bien. Dormía bien. Caminaba bien. Cogía bien.

Se mudó a Capital para una chance segura de cambio. Se trajo sus cosas en una maleta de viaje. Viajó en avión. Tomó el primer trabajo en una agencia de autos. Alquiló una pensión en la Boca, cerca de la bombonera. Viajaba en colectivo como el resto de los porteños. Comía en un bar al costado de la pensión. No conocía a nadie. No tenía sexo.

La echaron del trabajo porque el dueño le tocó el culo y la invitó, agarrándole la mano, a tocar el bulto entre sus piernas, pene erecto, y ella lo empujó contra el escritorio, lo puteo y se fue llorando. Quedó sola y ultrajada.

Se tomó el colectivo hacia la Boca, caminó por Parque Lezama y mientras cruzaba le robaron la cartera. La lastimaron. Se cayó y se pegó la cabeza contra el cordón. Despertó sola en un hospital. No tenía más que su ropa. No sabía que le había pasado. No recordaba su nombre. No tenía ni documentos y nada, solo una llave de algún lado y treinta pesos.

Pasó un taxi, paró y la miró. Le hizo señas con las luces y ella subió al auto. Un viejo desagradable se bajó la bragueta y sacó su pene, le pagó treinta pesos y ella se la chupó a gusto. Una vez terminado el pacto, el contrato habla de bajarse a dónde siempre se paraba por los clientes.

De Carli a Carla y de nadie a treinta pesos, hoy su nombre, por una chupada que no hace otra cosa que recordar algo que no se acuerda.






:..La realidad baila sola en la mentira

y en su bolsillo tiene amor y alegría

un dios de fantasías

la guerra y la poesía...”



Desde La Oscuridad a Diario, Darío.

Comentarios

B. Rimbaud dijo…
Me gustó...sobre todo aquello de "cogía bien" y luego "no tenía sexo"
Dario Martin dijo…
jajaja! es la diferencia de estar bien, uno coge bien.
Cuando no se coge bien, no se tiene sexo.
Cuando uno cae en malaria uno ya no coge bien, no tiene sexo, no tiene nada y no existe.
El andar vagando nos hace otra cosa que prostitutas del delirio sin memoria y exilio.

Un abrazo!!!

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