Estábamos



Tu niebla.
Tu olvido.
Tu tierra.
Tu muerte.
Tu bandera.
Es tu paz.

Dejé en mi memoria tu vida.
Dejé mi vida en memorias.
No cosecharé bombas
ni odios,
ni muertos.
Hoy es vida.



Las bombas caían,
la llama ondulaba e intentaba apagarse ante cada explosión.
No llores. No llores.
Mamá está rezando, no llores. Mamá está velando por los chicos, no llores.
Varias explosiones a la noche y el sobresalto de haber perdido algo.
La vela seguía su baile de muerte. La vela no mentía.
A la madrugada todos, como si nada, salíamos al son de la música de guerra y de las buenas nuevas.
Hoy, como siempre, estamos ganando.
Me fui a la escuela, en el micro celeste, en el barrio Pitrau estábamos ganando. En el centro, sobre la vereda de la escuela José de San Martín estábamos ganando.
En la Plaza Mitre añejada, estábamos ganando.
Me senté en mi banco junto al sol de la mañana y al costado de la ventana que daba al patio de varones, aún ahí se notaba, que estábamos ganando.
Tarea para hoy.
Estamos ganando.
Manos sobre las cabezas.
Estamos ganando.
En cuclillas.
Estamos ganando.
Debajo del pupitre de madera antigua.
Estamos ganando.
Ahora, unos minutos más y la sirena decía que las bombas caerían cerca.
Estamos ganando.
Una vez terminando el ejercicio antibomba salíamos al patio a respirar que estamos ganando.

A la vuelta, con un billete marrón de cien pesos ley, el colectivo me llevaba con rostros de gente que decía en silencio que estamos ganando.
La vela seguía.
Las bombas aturdían el silencio vacío de aquella noche fría de invierno.
Las joyas, las botas, las torturas, los muertos, las marchas a favor, las marchas en contra, los borrachos y el alcohol que ciega las histerias de grandezas macabras y la vela que se apaga.

La llama no mentía.
Estábamos perdiendo.
Los chicos no volvieron.
Mamá llora por el vecino y los dos chiquitos que otrora vez corrían por el barrio, hoy se hunden en el Atlántico.
Estábamos perdiendo.

Yo lloré. No porque perdimos.
Yo lloré. No porque mamá lloraba.

Yo lloré, como lloro cuando una crueldad se justifica con la matanza de inocentes.
Yo lloré, como lloro cuando los muertos son siempre de nuestro lado.
Yo lloré.

Y seguiré llorando, porque tengo memoria.




Las hijas desaparecen en el inmenso
mar del sur.
Violadas vilmente.
Las hijas no vuelven.
Pero volverán.
Las Malvinas son Argentinas
Antes, ahora y siempre.




Darío, de La Oscuridad a Diario.

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