Y tu bosque


Retrato de una muerte lenta.
Aprovecho el cuerpo dormido.
La tomo con mis garras, la alimento de mí
y en cada sacudida su cuerpo brilla.
Toda mi furia sobre su sexo.
Mi garganta seca me dice basta
y dentro de su vientre dejo mi testimonio.
Ya no, eres tan sucia como misterios tiene la noche.
Ya no, he logrado tocarte, besarte y tomarte.
Beberé a tu nombre sobre mi bosque
y recorreré los pasillos de mi pasado en laberinto.


Desato mi locura y me recorro lentamente, cual paseo, el laberinto. Soy el Fauno. Soy yo. Soy tu Ninfa, Fauno y el mismo bosque que te vio.
Soy esto y lo otro.
Soy mar, cielo, tierra.
Soy mezcla uniforme y brote generoso de la misma natura.
Soy perdón de ti y perdón de mí.
Soy el ave que vuela para no ver el frío de tus ojos a colores.
Soy primavera e invierno. Soy el verano de riesgo y tu sueño despierto.
Desato mi locura y te recorro rápidamente, cual espantado, como laberinto. Soy Fauno. Soy vos. Soy tu sombra Ninfa y el mismo bosque que te perdió.


Correré lejos hoy.
Lejos estaré.
Lejos estoy.
Ya no voy a tus ojos.
Ya no estoy.

Pido las disculpas del caso y nada, en adelante, esta buenaventura será una tortura.

Correré lejos hoy.
Lejos no estaré.
Lejos por decir.
Ya no voy, así porque sí, a tus ojos.
Ya fui y te vi.












Esta alegre empatía frustra los trazos del cielo con el cual se pintan las nubes.
Volveré cuando las nubes se pinten de negro y la tormenta caiga o, para ser optimista, cuando me acostumbre a ver el cielo de azul y las nubes de blanco, suave tiza, forjadas con dedos.

Darío, de La Oscuridad a Diario.

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