Extraño y hermoso



Arrojado al techo,
en postura de recién muerto,
veo la alfombra de tu cuarto.
Saldré de mi cuerpo hoy.
Verás que vivir no es más que morir
y verás que vivo, cuando más muero contigo.


En mí deseo:
Dominar amor y felicidad.
Controlar a cada ser que recorre apacible e indefenso sobre este suelo.
Mentirle al reloj y engañarlo para que cambie de parecer junto a las horas todas que pasaron.
Decir que no y que si a la vez y que sea una realidad, una palabra y una idea.
Abrazarte escondido debajo de tus brazos y que sientas abrigo cuando tengas el frío que se siente antes de morir, pero sentirlo al nacer.
Hidratarse con alcohol y emborracharse en tus lágrimas cuando te lastimo.
Cuidarte para que te enfermes y que el amor te cure, te alegre y te sane saltando de la cama contenta cuando te digan un ‘no te quiero’.

Que sea así, amor. Que sea un sí, amor. Que sea algo, amor. Que sea por favor, pero que sea y verás que tan loco uno puede ser cuando el mundo ha de fallecer.

Decirte ‘te amo’, lentamente, y que no lo logres escucharlo por la velocidad que pasa a tu lado cuando me prestas atención.
Envejecer hasta después de las diez y nacer pasada las once.
Conocerte mucho más sin verte y olvidarte mucho menos a tu lado.
Crecer como mis uñas, pero hacerlo para adentro, dolorosamente como todo lo expuesto.

Y quiebra mis tontas locuras con un ‘hola’ y rómpeme las piernas para que salga caminando por esa puerta cerrada que intenta tapa mis andanzas callejeras.
Mírame a los ojos y con tu dedo gordo implanta tus dígitos, dime que eres tuya, grita fuerte al oído y sángralo de manera importante, repítelo hasta que salga de mí y vea que morí porque me amas.

Castígame con tu amor hoy, mañana y ayer de madrugada para que aprenda a ser un buen chico. Cultívame en un desierto al abrigo del secante sol y del viento cálido que mata.
De noche, solo de noche, dime que me quieres y arrójame al vacío oscuro del fondo del cuarto.
Patéame las ideas o lo que encuentres, pero hazlo siempre que te ignore.

Que sea así, amor. Que sea un no, amor. Que sea algo, amor. Que sea sin aviso, pero que sea y verás que tan loco uno puede ser cuando está feliz.

Y pegado a tu lado, cocido en una incurable costura de burda cirugía, estaré colgando.
Un para siempre, hasta que llegue el fin.

No podrás creer que esto tiene sentido. La idea es esa.
Pues, ¿qué sentido tiene que te diga cual es el verdadero secreto de mis poesías?



Perdí mis manos
Busco mis ojos por el suelo.
Mi cuerpo aún no entiende.
Mis piernas, separadas de mí, me preguntan quien soy.
Yo, lejos de mi cabeza, opino lo mismo.
Una mujer, una mujer fue.
Una mujer, una mujer fue nuevamente.
Pero hoy, por ayer, me amó
pero no me armó.
Ahora, en parte iguales, no amamos más de lo debido.
Claro, alguien tiene que perder.







Desde mi tarde de lluvia, desde el Zárate alejado del mundo y casi tan cerca del asteroide que tiene como habitante a un niño que corta baobab, saludos.
Darío de la Oscuridad a Diario, ¿más claro que oscuro?

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Muñeco de trapo