Creo en nada, últimamente, pero en algo creo.









Con tiempo para olvidar
se olvidan de mis cosas.
Con tiempo para llorar
se llora por cualquier cosa.
Con tanto tiempo perdido
se pierden las mejores cosas.
Con los años atrás
difícil es recordar.





Jugó Plácido sobre el techo por más de una hora, para luego bajarse ante el grito desesperado de su vecina que lo atormentó más que asustó. Él no entiende bien el por qué de esa desesperación, pero sabe que lo están cuidando. Intentó poner un pie sobre el tapial que rodeaba la casa lindera y desplazando el cuerpo por la pared se afirmó con sus manos sobre la reja de la ventana y voilá!, estaba de un salto sobre el césped.
Caminó despacio, con sus pies descalzos, para no hacer ruido y al abrir la puerta lo esperaba su madre. Su cara decía todo. Escuchó a la vecina gritar y lo esperó con el cinto en la mano.
Era común que a Marcos lo golpearan con el cinto del padrastro o con lo que se encuentre a mano en la casa. Pegarle era como un deporte. Una vez terminó internado con una fractura en su brazo. Su padrastro ingresó ebrio y le pegó a su madre una bofetada, para esto él intentó cubrirla y de una patada le produjo una magulladura y fractura en su pequeño bracito. No lloró ese día. Al contrario, se la aguantó como un hombre. Mientras recorrían el largo trayecto hacia el hospital su madre le decía al oído que se la aguante como un hombre, los hombres no lloran, todo el mundo odia a los maricones que lloran por nada y más por un simple golpe, un error. El comentario de los médicos no se dejó de escuchar y la negación de la madre y lo preparado para que Marcos diga lo justo el “me caí de la escalera y mami no me pudo agarrar, la culpa es mía.”
Pasaron meses para que se torne nuevamente una pesadilla, Antonio no venía seguido a casa, pero cuando llegaba se encerraba con la madre y a la mañana solo se quedaba para tomar unos mates y salía a trabajar.
Conteniendo las lágrimas por el golpe, supuestamente merecido de estar arriba del techo de la casa haciendo no se qué, subió a su habitación corriendo y cerró la puerta.
Con apenas seis años, la vida entera pasaba por su cara como si fueran años en vez de días. En la escuela era tratado como especial, según el informe presentado por la psicopedagoga y unas maestras. Eso hacía de su comienzo en la edad escolar un calvario, los chicos son crueles en su inocencia, y muchas veces lo hostigaban por su forma de ser.
Cerró los ojos para retener el llanto en su cama. Por dentro se repitió mucho que un hombre no llora, a la gente no le gustan los maricones. Se vuelve en carga por morder sus labios pequeños, se toca la marca del cinto y de la hebilla que dejó en su pierna, es un recuerdo de su padrastro que nuevamente aparecía en un golpe.Sentado, mirando la ventana, vio como unos chicos jugaban en la pileta lanzándose de cabeza al agua. Él deseaba ser así de libre, volar y caer al agua, pero libre. Él no quería más golpes ni gritos. Tampoco quería que lo llamen maricón. Enojado, sube su piecito sobre el borde de la ventana e intenta pasar para subir el escalón que da al techo de su habitación. Inclina el cuerpo, se para y llegan con sus manos a tocar el caño de la antena de televisión. Con toda su fuerza logra pararse nuevamente y se saca la remera para quedar en pantalones cortos. Mira a los chicos y se divierte. La vecina, madre de los chicos, no lo ve por estar de espalda. Marquitos grita fuertemente “señora, avísele a mi mamá” y Doña Estela se da vueltas en el momento justo que Marcos salta del techo más alto de su casa, de cabeza, al suelo de cemento.

Lamento tu llanto largo
lamento por lamentar
cuanto más espanto
más lloro por compensar



Cuento negro, saga de "cuentos perdidos", este es de los últimos escritos realizados en estos días. Darío.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Muñeco de trapo