En marcha



“…Tú no tienes la culpa mi amor
Que el mundo sea tan feo
Tú no tienes la culpa mi amor
De tanto tiroteo
Vas por la calle llorando
Lágrimas de oro
Vas por la calle brotando
Lágrimas de oro…”
Manu Chao/ Lágrimas de oro


Cansado, espero. Veo la gente pasar, pero no me despierto. Aún los veo. Desde lejos.
Una lágrima más. Entre sueños, más. Una esperanza va.
Pancartas todas, del nunca más, las que prometimos nunca más mostrar. Todos de blanco llevan carteles, todos los niños, los grandes y todos.
¿Qué se espera?
¿Todos?
¿Unidos?
¿Ahora?
Y yo tan dormido, tan apático y sincero ante mis descuidos.
Nuevamente, las ganas de soñar llorando. Nuevamente, mis años todos los repaso y veo, en pocas líneas, que esto ya pasó. Allá lejos, mucho tiempo. Eso si es un motivo para llorar.
Cada casco amarillo. Cada guardapolvo blanco al viento de pura inspiración y retozo, los de camisas manchadas por el sudor de la jornada, los del tren, los de las autopistas, los de los aviones que visitan cielos, los de cada punta de este infierno que supieron construir, los que por alguna razón hoy están, los que no tenían razones y solo por protestar, los que están amenazando y los que ya no son amenazas, los que se adiestraron de los dolores del corazón y yo, dormido, esperando una mañana levantarme y ver por mi ventana a los trabajadores, todos.
Y es motivo para lágrima, más allá de las burlas de los burócratas, los padrinos mafiosos que imponen que una hora basta para morir y luego seguir de pie trabajando como si nada.

¿Quién jaló el gatillo?
¿Quién masacró, antes de estas nuevas matanzas, a las cabezas conscientes de nuestros padres?
¿Quién nuevamente pide diálogo, cuando en realidad es no perdonar, solo juicio y castigo?
¿Quién le robó el corazón, la mente y la razón al obrero en unidad, como cuerpo sólido que debe gobernar?
¿Quién? por favor.
¿Quién?, señor.
¿Quién? Patrón.
¿Quién? Padre.
¿Quién? Oficial.
¿Quién? Brigadier.
¿Quién? Coronel.
¿Quién? Presidente.
¿Quién? Diputado obediente.
¿Quién? Senador terrateniente.

Hoy, como ayer al ver las grandes columnas de obreros de nuestra educación, dando el ejemplo de lucha y unión, es motivo de lágrimas.
Hoy, como siempre, la solidaridad por el compañero y los muertos, son contenidos por manos amigas. Sin armas, más que el amor.
Hoy, hoy en sueños lloré.
Hoy, en sueños escuché que nunca más a un obrero se le puede disparar. Y, para asegurarse que cumplirán, los sin descansos salieron en caravana a pedir, exigir y sostener algo que hace tiempo quisieron desaparecer.

Pero parecía un sueño.
Pero parecía un cuento.
Como el ver a Cortázar contar que se quedó, dos meses después de escribir Autopista del sur, en un embotellamiento cerca de París.
Pero con la realidad mágica que solo los conocedores de las penurias de los hambrientos, dolientes y toda su gente, a protestar al unísono, que al obrero no se mata. Ni con armas ni de hambre.

Yo no estaba allí.
Yo protesté, sentado, esperando y hablando. Meditando y llorando.
Pues esperé mucho tiempo para ver, consciente, que las conciencias se unieran y hoy, solo me dormí.
Tan tranquilo, pues falta mucho.
Tan tranquilo que algo, de todo esto, se aprendió.

Un maestro muerto, en una tierra de analfabetos es un paso al abismo de la opresión y la marginación.
Un obrero muerto, es un amigo que se va tan lejos que solo sirve de referencia que perderlo, duele mucho más.

Ayer lloré.
Hoy, me siento más tranquilo.
Un alivio.
Pues estamos vivos para resistir.





A esa columna.
A ese hombre que habló
Y dijo cosas coherentes.
A los malditos burlones de siempre,
que definen las cosas,
en una hora, más o menos, según el muerto.
A mis sueños de patria libre y patria grande.
A mi viejo, él supo lo que es ser explotado
y casi morir en el intento antes de llegar a morir de viejo.
A los maestros, que buscando archivos veo y recuerdo que llevan más de 15 años luchando
y nadie aún se dio cuenta de sus pesares.
Al trabajor histórico y a los que hacen historia.
No somos columna vertebral de nada, ni de nadie. Somos la cabeza de cada cosa, en especial, de nuestras decisiones como país, como continente y como humanos en este planeta.
Darío de la Oscuridad a Diario.

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