Cuesta necia

Esta noche, dijo, desde el ocaso, me cubrían con una montaña negra
en un lecho de cedro.
Me escanciaban vino azul mezclado con amargura.

Alejandra Pizarnik - El sueño de la muerte o el lugar de los cuerpos poéticos



Comportamiento errático. Falso, clásico y sin sentido. Propagandístico e innecesario. Casi apagado, con tenue luz, lúgubre de vez en cuando, nulo o vacío que recorre todo lo que hago, siento o reclamo. Perdido, sin claros objetivos. Casi sin destino sobre mi actual morada. Descalzado de la realidad. Sucumbido por la eternidad de mis ideas y mis proyectos que besan las tierras que nunca iré o que ni pisaré, al menos en esta vida.
Calcinado por mi ego. Corrompido por el deseo de saber y no entender cual es el concepto que se necesita para comprender lo que yo quiero. Hago, deshago y desarmo hasta romper todo lo que a mí me respecta. Extermino seres y razas. Descuartizo mis oídos y luego los reparo con otros sonidos que son dulces, pero fríos.
Varias veces anuncié que de una vez por todas quiero algo. Pero varias veces denuncié que mis fuerzas se pierden y ahora ya nadie me cree. Una vez intenté terminar con todos y otras tantas, que terminaría conmigo. Una vez intenté terminar conmigo y otras veces terminé con esto, lo que tengo. Otras veces busqué ayuda para decir algo y otras veces la negué, por que no necesito ayuda de nadie para decir lo que yo quiero. De ves en cuando escucho lo que quiero y muchas veces lo que yo quiero. De poco en poco aprendo y otras me entristece no saber nada. Muchas veces sufría por otros y otras sufría por mí. Algunas veces deseaba mucho, otras simplemente deseaba lo justo y necesario para poder desear.
Una vez, lejos en el tiempo, me pregunté quién era yo y otras veces me respondí diciendo que no sé. Otras, obtuve respuesta de quien soy y otras las negaba porque no me interesaba que opinen de mí y me digan quien soy. Muy pocas veces alguien acertó que yo era esa persona que prometía ser, pero otras tantas la defraudé con mi disfraz de cordero. Otras veces me gustaba ser lobo y por dentro no era más que un perro solo y triste por las calles sucias de mis días. Una vez, me dije que no soy lobo ni cordero y me hablé al espejo de mi ego convenciéndome que soy yo. En ese momento no me la creí y comencé actuar de alguien que en realidad soy ahora. Un ahora de promesas que no puedo cumplir y que siente que muchos ya se fueron porque no pueden seguir el trayecto de lo que intento crear. Otras, ya se fueron hace tiempo porque veían que yo no cumplía con lo que en ese momento quería hacer. Pero me queda la sensación de estar haciendo algo que si quiero y que en realidad no puedo. Pero soy yo y sí puedo y sí quiero. Veo cambiando de mano un auto, veo que me esquiva y yo no quiero que me esquive. También veo el deseo que esa bala me atraviese y de sentir mis palabras sobre lo cobarde de mí y de los que no soportan esa bala. Pero eso es cuando uno no define que quiere y no mira a su entorno, que no está solo. Por eso ahora no miro, solo intento y veo. Casi cuidando los paso.
Una vez caminé mucho. Pensando con mucho miedo en querer encontrar lo que pienso. Otras veces no salía a caminar porque veía inútil salir, caminar y pensar. Varias veces me puse a escribir porque creo que hace catarsis en mí el poder expresar lo que no, si o puedo y no puedo decir. Pero cuando corto la inspiración vuelvo a mí y me veo. Soy así, me pregunto sin algún signo que me ampare, pero vuelvo a contestarme desde mi más profundo pozo de agua y me caigo al fondo ahogándome de nuevo. Creo en poder salir, pero desconfío en mí y mis fuerzas. Creo que alguien siempre está a mi lado, que no sea una familia o algún otro colgado que viene en mi ayuda. Yo puedo, grito al sonido extraño que retumba en mis interiores ocasos y al mirar por la ventana nuevamente sale el sol. La noche, para dormir, me digo y quiero dormir pero el sueño no viene y son días enteros de sus tantas horas. Examino mi cuerpo y aún respira. Respirar fue lo que aprendí en mi última jornada. Eso me ayudó, porque sin respirar uno puede morir en el intento de cruzar sus metas. Yo, en mi caso, las quiero superar desde lejos. Sé que quiero, pero aún no comprendo nada de lo que aprendí. En algún momento, las valijas que llevamos, no estarán de carga. Será libros abiertos a mi contingencia diaria. Por lo menos, así me dejó el ojo oscuro que me miró, me perdonó y se fue para que aprenda nuevamente a crecer. Claro, con mi culpa no puedo hacer nada. Ella es más grande en este momento que mi propio y odioso ego. Me sucumbe al ver que puede dejar de respirar por haberme enseñado a mí. Es como si usáramos el libro de física para enseñar a un amigo y luego se lo regalas, pero sin prestar atención que vos tenes que estudiar de ese libro y ahora no está más. Muchos vemos pasar libros por nuestras manos. Yo aún no puedo retener ni mis poesías. Tampoco tengo memoria para las de Alejandra, siendo que me dilatan el ser y oscurecen mi pasar. Son las mejores de las mejores. Son esas cosas que ni el lenguaje de lilas y verdes tocasen el alma perdida y no creída por mí. Son esos espejos que ella veía y se arrepentía por tenerlos. Porque uno escribe para querer encontrar el aura que lo ilumine. Pero al escribir el corazón explota por la boca y escribe con un vacío lógico de sentirse casi muerto. Pero no sé. Nunca probé estar muerto. A pesar de mis experimentos, mis ideas macabras de ver un muerto morir, yo no he muerto. Si de llantos, de risas y encantos. También he muerto por éxtasis en el sexo de varias mujeres que adornaron mis tiempo. Pero son tantas y tan pocas, que hoy ya casi ni las veo. Entre un mundo cada vez más chico, uno pierde a la gente como si nada. Todo se aglutina, de divide o se junta, pero el fin de esta locura es la idea que todo, siempre, tiene una desaparición forzosa.
Ahora mismo, aparecen ellas, las mariposas. Nuevamente. Como si nada y se precipitan en caída libre, pero son tan lejanas. No quiero la tragedia, busco la esperanza. Sé que muchos dirán, o pensarán, cual loco uno debe ser para poder escribir tantas incoherencias. Pero todos somos incoherentes una ves, de vez en cuando, cada tanto, sorprendidos por la aparentemente cordura inversa. Es hoy, tal vez mañana, que el sol vuelva a salir. Porque si algo está seguro en todo este plano extendido en mis manos, que el sol sale, la luna sale y siempre ambos intentan ocultarse. Será así, así lo quiero. No será así, pues si es el cambio de conducta, que lo sea. No me interesa seguir viviendo entre mentiras mías y de mi ego, deseo seguir de pie. Porque tengo tiempos y momentos que debo pasar, enfrentar y salir de una oscuridad que me gusta mucho, pero que no me ayuda. Manos, hay muchas. Manos, hay todas. Mis manos no están solas. Mis manos ayudan. ¿Te dije alguna vez, en lo profundo de mi ser, te amo?

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Muñeco de trapo